viernes, 4 de junio de 2010

Algo tira de mí.


Algunas cosas parece que intentan, a trompicones, tirar hacia delante. Y otras, para no dejarme esa alegría a la que tan rápido se acostumbra uno, pesan y pesan y pesan. Como si algo se colgase de mí, e hiciese que no pueda recordar más vida que ésta existencia vegetativa de cumplir la única función de dormir, dormir, dormir. Y todo lo demás sobra.
Será que es junio, o que yo me lo he buscado; será que necesito una nueva vida ya, o quizás todo este tiempo libre.
Tal vez sea que donde no hay, nada se puede hacer.
Y me meto prisa para avanzar, salir del paso e internarme en los bosques, morir entre el verde, desaparecer y sonreír, un poco más. Un poco más es lo que me falta, para el colapso, para el éxtasis. Depende de qué parte aguante más.
Me estoy volviendo una compulsiva-obsesiva; escucho la misma canción hasta que el nudo de la garganta se filtra por los pulmones y logran asomar las lágrimas. Y me levanto, me tumbo, bebo agua y agua, me tumbo y me levanto. Y es que el mundo se me está quedando pequeño, y en mi inmensidad me queman los barrotes del cielo.

Ni el sol, ni nada. Se ha juntado el fuego y el viento, la tormenta. La más fácil de las salidas me dice que cierre el ordenador, que dé un beso en la frente a todos los que están y esperan algo de mi nombre, que me tape con el edredón estando desnuda, y cierre los ojos. No importa si hay sueño o no, no importa si pasan horas o segundos.
Me quedan libros sin leer, asignaturas que estudiar, y personas que cuidar, pero no me importa. Todo se resume a no estar, a ver si me echan de menos y corren a por mí, para que alguien me rescate de mi tumba de plumas y paredes azules, como el cielo, ¿será que estoy muerta?
Porque ya no son cálidas ni mis lágrimas, y no me las creo ni yo.
Espero, espero, espero, a que algún día alguien me pare por la calle, me salve con una profecía; a que venga alguien tirando la puerta abajo, y me ayude con mi carga, a que pronto todo vuelva a ser.

Me retiro a mi colchón, mis luces blancas, mis mantas y cojines.
Y es que se me da mejor cerrar los ojos y esperar, y pensar que todo está en camino, hacia donde sea.
Algo tira de mí hacia abajo, abajo, abajo.

3 comentarios:

Antonio Misas dijo...

Menuda depresión que nos cuentas.

Nadie te va a venir a buscar a casa par distraerte o divertirte, así que es mejor que cierres la tapa del ordenador y te vayas a la calle a buscar el mundo, el que dices no, el otro, el que no se nos queda pequeño, ese que da igual la geografía que tenga y donde no importan los kilometros cuadrados, el que está ahí afuera, en la vida. ¿Qué necesitas? pues buscalo, persiguelo, cogelo, pero no lo sueñes, que por arte de magia no te va a venir. ¿No sabes lo que necesitas, lo que quieres? pues dedícate a no quedarte en la tumba de plumas, ahí seguro que no lo descubres. Y no dejes que ese algo tire de ti hacia abajo, no lo dejes. No te instales ahí.
Tú eres la protagonista principal de tu vida, no hagas de ella una mala película.

Abrazos, besos y ánimo... (las libélulas no deberian de sentirse nunca así)

Wind dijo...

Todos esperamos cosas, lo realmente difícil es saber que esperamos, que necesitamos, ya que vivir la existencia del que venga, no es vivir la tuya, lo importante es lo que quieres, y lo que valoras, lo demás, mándalo a paseo, con todo lo que dejas atras... ;)

Wind dijo...

y alguien vendrá y todo volverá a empezar :)