El cielo estuvo gris todo el día.
Yo, en mi ficción, había levantado un muro real y ahora no sabía
como hacer llegar mi voz al otro lado.
Por favor, me he quedado encerrada.
Que alguien me venga a rescatar.
Pero a veces las fortalezas involuntarias se vuelven irónicas,
lacerantes.
Resistentes.
Levanté un muro para alejar las pesadillas
y me quedé dentro,
sin salida.
Encerrada entre las sombras de las que huía.
Levanté un muro tan alto que el invierno ni llegó
ni se fue.
Pero a veces no se trata de ser salvados, sino de salvarse.
De derrumbar estos muros que dan, pared con pared,
a tus muros.
De correr los dos, fuera de estos días,
fuera de mis silencios,
heridas.
Del momento de rabia y rebelión
en el que decidimos
que nada era el destino.
Y romper nuestras cadenas
o morir en el intento.
y, de ser lo segundo,
ojalá sea un intento que dure toda la eternidad.
Porque sé que no siempre me porto bien,
ni estoy ahí.
Porque sé que a veces parece que estoy muy lejos.
Y solo quiero gritar que necesito una mano
que me ate a esta tierra y a este cielo.
Pero no tengo voz,
porque me perdí y no sé volver en ese momento.
Pongo tu música, así te llamo,
y no puedo más que esperar
que seas capaz de leerme el corazón.
1 comentario:
Morir atados a una cadena tiene un sabor amargo, pero pelear por lo que uno quiere o lo que necesite siempre nos llenaria de alegria por mas que las cadenas sigan intactas.
Publicar un comentario