Contigo no he vuelto a sentirme sola, ni al borde del abismo en el que me encontraste. Del año que se ha ido, la mitad son los días felices que me has dado. La mitad de un año para curar las cicatrices de tanto pasado. Con tu viento de mar y todas esas veces que no hemos hecho más que hablar, como si no hubiésemos encontrado hasta ahora nadie a quien contarle las cosas. Te he visto dormir tantas veces que me sé de memoria la manera en la que despiertas y me buscas en la cama. He recorrido tanto tus pasillos que ya son los míos. He habitado entre tus muros y te he escuchado tocar para amansar al monstruo. He llorado contigo, has llorado conmigo. Hemos reído juntos. Hemos caído y aún así hemos llegado tan alto...
Y sigo mirándote sin que te des cuenta, pensando en qué pude haber hecho tan bien para que te quedases a mi lado. En si yo tendré algo que ver o será que toca volver a creer en los milagros.
Es esta manía mía de enamorarme de ti otra vez, cada vez que te veo, la que hace que tenga ganas de llorar. Porque, entiéndelo, se me llena el pecho de tantos latidos.
Tapaste con tus manos los agujeros que me hice para respirar. Pintaste de mil colores aquel sol negro. Me has dado un lugar en el mundo. Me has dado un camino en el que poder ser yo misma. Me has dado la mano. Nunca me has dejado sola y nunca me has dejado caer. Has bajado al infierno a buscarme. Me has salvado. Y después, me has dado la vida.
Existes y ya es más que suficiente regalo.
Es lo que me hace feliz.
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