Ha salido la carta de la torre. Habla de pérdida y destrucción, pero también de reconstruir, de hogares que se quedan atrás y de nuevos horizontes.
No sé si tendré fuerzas para sobrevivir a la caída, pero sé que no podré volver al camino que perdí, al camino que quizás aún nunca he recorrido, hasta no limpiar este pecho abierto y quebrado.
A veces hay que abandonar el calor y salir a oscuras, sin la certeza de ningún sol, con el miedo en las entrañas y esa voz que susurra, una y otra vez, perdición, condena, muerte y error.
A veces hay que ser mejores de lo que queremos y creemos ser.
A veces hay que arrancarse el corazón y dejarlo en el suelo. Dejar ir y marcharse.
Dejar que otros sean felices.
Que otros curen.
Soltar todas esas manos que me sujetan.
Y salir a morir de frío o a encontrar una fuente propia de calor.
Invocar a la estrella que duerme aquí dentro. Y esperar, esperar, esperar, que sea suficiente.
Sobrevivir al invierno. No convertirme en un monstruo.
Poder construir sobre las cenizas de la torre que yo misma me había me había obligado a erigir.
Curar o morir.
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