Se abre la presa
y se inundan los valles.
Quedamos bajo el agua sumergidos
con los ojos abiertos
viendo el azul de los cielos
contra las profundidades.
Se abren los pechos
y se inundan las calles.
Quedamos bajo el cielo nocturno
coronados de estrellas
bailando en mitad de noche
contra el invierno.
Se cierra una puerta
que no escape el calor y la luz
que guardan estas paredes
como las promesas de una vida
de un aliento.
El fuego de Prometeo
por el que merece la pena morir
una y mil veces.
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