Con el sabor de la ironía y las manzanas en los labios
pastoreamos nimbos,
invocamos primaveras.
Bajo la luz dorada de los hogares nórdicos
colgamos cuadros,
dibujamos estrellas.
Rompimos los relojes y las camas
para dormir en el suelo a contratiempo.
Mil y un libros que ver,
películas que leer.
Todo termina en dos semanas
que no empiezan nunca
porque rompimos los relojes y las camas
y quedó el calendario congelado,
esperando a una primavera prometida
a las flores del cerezo y su legado
a las noches perezosas de verano
florecer
del pecho al cielo
tras un invierno de letargo.
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