Me queda
este domingo soleado
sobre las ganas de llorar y las mantas
bajo las que me escondo
que ahogan mis gritos nonatos
gritos que mueren en el pecho
en la mente
en sus escenarios de teatro
mal iluminados.
El sabor de la soledad y el fracaso
su regusto amargo
en el fondo de la boca
demonios que bailan
enredados en mi pelo
yo y mis ecos
en un domingo que se me escapa entre los dedos.
Son los últimos coletazos del invierno
soy yo dejando mi pena al viento
aireando las heridas que no curan
haciendo limpieza de primavera
en mis infiernos.
Es un dolor tranquilo,
hueco.
Tiene tantos años como tengo yo
o quizás existía antes de que existiese el hombre.
Es un dolor que es tanto de mí como la risa y el fuego
ha tenido muchos nombres,
pero siempre los mismos dientes
las mismas garras.
Me hago pequeña y me muero
desaparezco
con tal de no enfrentar el pensamiento
que sé que no existe
más que dentro
Dejo que me pase
me atraviese
que fluya como lo hace el tiempo.
hoy toca agua, viento, una piedra
pesada
en el pecho
mañana, con suerte,
de nuevo,
flores del cerezo.
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