Tengo una historia que contar, la historia de el-abrazo-más-bonito-del-mundo.
En una de esas ciudades que vienen y van, de un sol nunca tan bonito como del del norte, ella bajaba las escaleras, con lentitud. Pensaba en él. Quería haberle dicho una última vez que le quería, al oído.
Miró el reloj para no tener que ver cómo salía a la calle, donde de nada le servía el oxígeno.
Con cada paso se convencía de que el echar de menos son sentimientos que no están hechos para ella. Y entonces, ¿por qué la presión de su pecho le empujaba de nuevo hacia la 221?
Malditos números.
Paró un taxi. El teléfono sonó.
Todo demasiado deprisa, como si el reloj que derramaba su arena vomitase aquello que lo componía, para volverse volátil, un recuerdo impregnado a la piel...
"No te has despedido", dijo.
Ella podía acallar su voz interior, podía fingir que si se ahogaba era por el humo de los bares, no es que le faltase el aire...
Podía volverse inmune a sí misma, no, sin embargo, a aquella voz, a aquel tono, a aquellas palabras.
Corrió, dejando su mano aún en la puerta del vehículo.
De pronto había demasiada gente, le estorbaban. Demasiadas personas entre ella y su destino.
Y se volvía torpe, y se volvía tonta...
Subió los peldaños de dos en dos. Subía pensando en él.
Y lo vio, esperándola.
En sus brazos sintió que le fallaban las fuerzas. Se convulsionaba su pecho.
Había olvidado respirar. Le dio igual.
¿Y todavía te preguntas por qué tienen alas los dragones?
1 comentario:
>.< ^^
ahora quiero un abrazo...
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