domingo, 8 de noviembre de 2009

Sunday morning lovers: Metafísica del cepillo de dientes.



Domingo por la mañana y la metafísica del cepillo de dientes.
El cielo blanco, como en invierno, bombardea nuestra retina publicitando el frío, las navidades.
En la televisión los anuncios de juguetes que hubiese querido con cinco años me hacen sonreír. Sonrío por ese letrero que sale en la pantalla, en la parte inferior, en el que pone: "Precio superior a 60 euros". Y aún no sé de ningún niño que sepa de la existencia del letrero.

Miro mis pies descalzos recogerse en sí mismos. Me encanta el frío del sofá: es un frío soportable, de los que se pasan con una manta.
No he mirado el móvil aún, porque es domingo, y los domingos no son para que uno se ponga triste, ni para que uno se ponga contento.

El cepillo de dientes hace un sonido peculiar esta mañana. Es porque todo lo demás está callado.
Y el sabor de menta (pero-de-la-que-no-pica) de la pasta me hace sonreír.

Debería quitarme las lentillas de la noche anterior, y debería limpiarme los ojos, que ahora se han convertido en una masa verde y negra, donde pequeñas piedras de carbón-rimel duermen abrazadas a mis pestañas. Estos son los amantes del domingo por la mañana.
Los llevo encima y los veo en el espejo, como casi toda yo.
Y no voy a separarlos, dejaré que se peguen y se amen hasta que, pasada la soledad del último día de la semana, decidan regresar a sus propias camas, azorados y avergonzados por todo lo que le han dicho a un extraño, pero sonriendo por habérselo dicho a alguien.

Me siento la reina de lo voyeur, observando con atención la orgía entre el cepillo, la lengua, la pasta, los dientes... y yo sonrío. Hasta las pestañas y el rimel han cesado sus carantoñas por el escándalo de aquí abajo, hasta las pestañas y el rimel observan, abrazados, el espectáculo que ofrecen aquellos que no necesitan amor para sentirse bien.
Nos conocemos, no finjamos pudor.

El cepillo se despide, besa a todos y todas. Alguien entre el público le lanza rosas.
No hay pesar: el show se repetirá, demasiadas veces a lo largo de nuestra vida.
No obstante, he de admitir que ningún otro día es tan magnífico este ritual como un domingo por la mañana...