jueves, 5 de noviembre de 2009

Fallen.




La acaba de re-encontrar. Sí, ni siquiera sabe su nombre, pero ya la vio hace años, en un sueño.
La ve entrar, y algo dentro de él, quizá en sus pantalones, quizá en su pecho (poco importa, la verdad, y menos a él) le dice que tiene que ser suya. Que si alguna vez tuvo moral o deseos que no fuesen ella, ahora reniega de ellos como se reniega del viejo sofá cuando encontramos un cálido regazo en el que dormir.

Se acerca a ella, de sus métodos para llevárselas a la cama queda un niño tembloroso, temeroso de espantar la ilusión que sonríe; y no es a él.
Sus palabras quedan petrificadas en la garganta, ante la mirada de la Medea más bella que nadie haya podido querer capturar jamás.

Da media vuelta, cierra los ojos, la enfrenta.
Se ha puesto el yelmo, la armadura; carga con su espada y su escudo, y viste la seguridad que quiere quitarse de encima en la oscuridad, a tientas, mientras la desnude.

Siente que cada vez que besó a otra mujer fue infiel a sus labios, a su imagen, a su voz... siente tanto que le pesa la conquista más que la derrota. Pero pesa aún más la ausencia.

Le pregunta: ¿Cómo te llamas?¿De dónde eres?¿A quién cantas cuando te duchas?¿Crees en el azul del cielo?¿Me has necesitado tanto como yo a ti?

Y no la toma de la mano, porque ella es suya, y lo sabe en la medida en la que él es suyo.
No necesita coger su mano, porque ella se aferra a su camiseta y sonríe.

Le sigue.

Podría ser un tarado (lo es), un cabronazo (lo es), podría ser un gilipollas de esos que al final nunca llaman... Podría incluso ser de aquellos que la van a enamorar para robarle el corazón, correr y llevarse su encanto con ellos, dejándola vacía (y probablemente lo hará)...

Y esa posibilidad es precisamente una de las que más la atraen.
Se aferra a él.
Le sigue.


Él es suyo en la medida en la que ella es suya.
Y lo que ambos desconocen es que, tras reencontrarse después de tanto tiempo, independientemente del final de la noche, de la historia, se echarán de menos en lo que les quede de otoño. En todos los otoños que les queden.

1 comentario:

.A dijo...

no es bueno echar algo tanto de menos..casi siempre es porque se ha perdido..