Tanto como se hacen de rogar los inviernos, cuando hace calor. Tanto como tardan en florecer los árboles del cerezo, aunque sea ya pasada la primavera. Tanto, tantísimo. Como me costaba respirar. Y me cuesta aún hoy.
Como disimulo mal, a propósito.
Como hundo los pies en los errores y chapoteo, en la lluvia.
Cuánto se recuerda, cuántas palabras. Cuando no hay ganas. Ni de llorar, ni de amar, ni de nada. Cuando se estima el precio justo de un latido, y se desorbitan los precios de cada gesto y mirada.
Como se valora un corazón, y se miden los susurros con cuentagotas.
Cuando se comienza a pesar y a medir, sospechando la anorexia afectiva, como sospecha una madre, en silencio; porque hay cosas que no se pueden decir.
Así miro mi reflejo en el espejo. Con los ojos entrecerrados, midiendo cada kilo de más o menos, sopesando cada beso y abrazo. Y vomitando sentimientos, de atiborrarme cada noche.
Anorexia afectiva.
Por miedo a engordar. Por miedo a pesar más.
Por miedo al afecto en sí. Y tanta repulsión al mismo como ansias de poseerlo, quizá por eso mismo. Con esa sensación de miedo y tristeza cuando se sucumbe a la tentación, y los dedos de la verdad rebuscan en mi garganta para dar con el exceso cometido y arrancarlo del estómago. Vomitando mariposas que se instalaron a revolotear. Vomitando una mirada, unas manos. Vomitando lo dulce que destila una sonrisa.
Para no engordar.
Y los análisis no dejan duda. Anorexia afectiva.
Tanto se anhela como se aborrece.
Tanto se desea como miedo produce.
Creando la anorexia afectiva que adelgaza el corazón, que demacra el alma y oxida los músculos que hacen sonreír.
La anorexia afectiva.
Sin medicina probada. Sin posible curación descubierta. Porque a nadie le interesa encontrar la cura. Porque los investigadores nada tienen que decir al respecto.
Y ésta es una de esas cosas que mamá se calla. Y los amigos saben, pero sólo lo dicen medio en broma, omitiendo la otra verdad, demasiado dura. Y la gente lo ve, a veces. Esa chica está demasiado delgada. Pero a su alrededor hay afecto... será que no come. Será una nueva moda, una dieta especial. Será la eterna espera. Y es que para una anorexica-afectiva no es que falte el alimento, es que cuesta digerirlo. Y la comida que aún podemos tragar, engorda demasiado. No es fácil sobrevivir. No es fácil no comer, o beber de alguien y llorar por las noches, flagelándonos por nuestros pecados.
Son las nuevas enfermedades. De las que nadie habla, pero muchos bromean.
Es la anorexia afectiva.
* * *
A veces no hay a dónde ir.
- Y a deshora, sale un sol alumbrando una esquina, y alegrándome el día.
- Enséñame más.
- No, de momento, recuerda esta lección hasta el fin de tus días.
...
Yo no regresaré más.
Y para esto has venido? Para hacerme sentir el hambre? Para eso, podías haberte ahorrado el viaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario