Siente en sus labios aún el sabor a tabaco, putas y alcohol. Pero en su lengua no baila el rock'n roll, por eso, supongo, no puede ser feliz.
El batir de alas de una maldita paloma blanca, probablemente enviada por dios, para joder, le martillea la cabeza. Todo, desde el aroma a café que asciende de un piso que no es el suyo, hasta el tacto áspero de las sábanas le recuerda que, si saltase por la ventana ahora, no podría volar.
Le recuerda que es un héroe acabado que, esta vez sí, no regresará al país, nunca jamás. Para sucumbir al canto de las sirenas, y luchar contra piratas.Dos dólares y veinticinco centavos le recuerdan que su estómago aúlla, pero gritan aún más sus entrañas, porque Wendy no está. Y echa de menos su pelo. Echa de menos su olor, que rompía con la amarga visión del mundo al que siempre acababa regresando tras consumir sus polvos mágicos y viajar más allá de la estella que siempre brillaba.
La echa de menos.
Su voz, rompiendo la luz. Sus manos, rompiendo la rutina, para crear una nueva.
Campanilla, celosa, la escondió. Campanilla, que se llevó todo su dinero, todo su amor, toda su vida, marchó por siempre jamás al país de más allá de las estrellas.Este domingo Peter piensa que ojalá los polvos mágicos le hubiesen llevado a él también a un último viaje. Para poder tomar a Wendy de la mano, de nuevo.
Sin levantarse de la cama, mira por la ventana. Edificios altos, de metal. Es todo cuanto queda de lo que un día fue saltar muros y trepar hasta llegar a una ventana, para huir lejos con quien le libraba de todo cuanto quería olvidar. Para no recordar que no se es niño eternamente. Que se moría por dentro.
Para no recordar.Peter aprieta fuerte el puño, quiere salir por la puerta y correr, correr hasta llegar al lugar donde, a las afueras, en una casita con jardín, arrancaría a Wendy de su vida, junto a aquel que sí supo dejar de ser un niño cuando murió en él la ilusión; arrancaría a una madre de sus hijos, que sí pueden disfrutar de alguien que les quiera.
Una lágrima marca su rostro, recorriendo con malicia la forma de cada arruga.
"Pero es demasiado tarde".Y ahora maldice los domingos por la mañana, temprano, con resaca, paladeando un desayuno que no es el suyo y mirando por las noches, a través de la ventana del dormitorio de una puta cualquiera, una puta triste, de ésas que, a veces, ni siquiera cobran, sólo por sentir calor una noche, mirando ésa estrella que oculta tantas cosas que Peter ha intentado enterrar, cambiando su apellido, cambiando su imagen, cambiando su voz...Ahora, y por cuestión de imagen de la compañía Disney, Peter Pan se hace llamar Peter Jones. Y mide más de un metro cincuenta. Peter Pan ha dejado de vestir de verde y sonreír.
Porque Disney le desterró del cuento, supliendo su imagen por un nuevo Macauley Culkin.
Peter Pan se despierta.
La echa de menos.
Le gustaría saltar por la ventana... y volar.
* * *
A veces dudo que pueda hacer feliz a alguien.
- Me siento sola...
- Oiga, señora, suélteme el brazo.
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