No, me dolía el pecho como si las costillas intentasen ocultarse dentro de mí. Lo más dentro posible.
Se me habían ido las ganas hasta de respirar.
Y estaba sola. Más sola que cuando la casa estaba vacía, por supuesto.
Durante un tiempo indefinido me odié más que de costumbre... Y eso que no había comido... aún.
Fue cuando empecé a sentir que merecía algo peor que el vacío cuando levanté el brazo y abofeteé mis mejillas. Recuerdo una vez cuando era pequeña... y la anécdota de cómo dejé de desayunar.
Sentí el calor palpitante en la cara.
Comencé a llorar.
Como cuando llueve en diciembre.
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Cuando acabé no me dolía la cara, pero me seguía asfixiando el pecho.
2 comentarios:
al respirar , propon ser quien ponga el aire :).
aun me debes una charla...
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