miércoles, 9 de diciembre de 2009

Lluvia de diciembre.

Me dolía mucho el pecho; y no crean que era en una de esas versiones figuradas que, en realidad, intentan expresar el sufrimiento interior, siempre alojado junto al corazón y nunca en un pie... en una oreja...

No, me dolía el pecho como si las costillas intentasen ocultarse dentro de mí. Lo más dentro posible.
Se me habían ido las ganas hasta de respirar.
Y estaba sola. Más sola que cuando la casa estaba vacía, por supuesto.

Durante un tiempo indefinido me odié más que de costumbre... Y eso que no había comido... aún.

Fue cuando empecé a sentir que merecía algo peor que el vacío cuando levanté el brazo y abofeteé mis mejillas. Recuerdo una vez cuando era pequeña... y la anécdota de cómo dejé de desayunar.

Sentí el calor palpitante en la cara.
Comencé a llorar.
Como cuando llueve en diciembre.


Cuando acabé no me dolía la cara, pero me seguía asfixiando el pecho.

2 comentarios:

.A dijo...

al respirar , propon ser quien ponga el aire :).

Yuki, Lord Nieve dijo...

aun me debes una charla...