jueves, 7 de enero de 2010

Anocheceres en Vitoria.


Desenredo con los dedos temblorosos el nudo de mi estómago.
Revolotea tu sonrisa en mis labios.
Cómo no querer ser mejor, cómo no querer ser más, si la distancia siempre está lejos, y la luz nunca está cuando la necesitamos.
Él es de esos tipos que te hacen reconciliarte con el teléfono móvil, con las duchas nocturnas y las canciones enterradas.
De ésos pos los que sacas fotos a cada piedra del camino, por los que no duermes, por los que el cielo siempre es más bonito y nunca tan azul, y "ojalá estuvieras aquí para verlo".
Me sobran los días y me faltan los viajes.

Idas y venidas.
Esto no tiene ni nombre (ni ná)

Atrévete a decirme que no te da rabia perderte estos anocheceres, en Vitoria.


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