Mira que te lo tengo dicho, que no cantes en la mesa.
Mira que te advertí que dejases de pedirles deseos a las estrellas.
Que te aconsejé más pragmatismo, más sinceridad y menos señorita Nothomb, Stark, Baroja.
Cuándo aprenderás a dejar de caer, o a no llorar si te sangran las rodillas.
A no rascarte cuando sanen las heridas.
Que luego dejan cicatriz.
Es trampa comer solo golosinas.
Mira que te avisé de que, si eres tú la que te vas, te quedas sola. Y siempre se enfadan los demás.
Sabes tú, tanto como yo, que esta música debería estar prohibida.
Para ti y para mí.
Mientras él se va, pensando que me he ido, me preguntó qué estaré pensando yo.
Se ha tirado en la cama, mira al techo. O se siente culpable o me odia. Una de dos. Las dos.
Y mira que te tengo dicho que no te muerdas los labios, ni la mano que te da de comer, ni la que te acaricia por las noches.
No insultes a las mariquitas que pasan sin mirarte.
Agradece los regalos, los amigos.
Ellos hacen lo que pueden.
Tú dijiste, el dijo, yo dije.
Siempre señalando culpables, y nunca víctimas de los labios de fresa de mi botella.
En el momento en el que te enseñé cuánto debías aprender, comenzaste a olvidar.
Y haces bien, que es lo mejor (para todos).
Vuelve cuando hayas aprendido.
1 comentario:
ojala fuera fácil aprender lo verdaderamente importante y no olvidarlo... y olvidar fácilmente lo que nos hace daño U_U
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