martes, 19 de enero de 2010

Dust.



Desentierras la nariz de la bufanda y olfateas el cielo.
Huele a estrellas ardiendo.
Tus manos heladas suspiran en torno a los hilos del bolsillo.
La lana acaricia tu piel y respiras la luz ámbar de las farolas.
Te sientes como un insecto en su tumba de cristal, cálida.
Inspiras y expiras.
Sientes cada parte de tu cuerpo: tus pestañas, temblando; tus labios cortados por el viento.
Pasa un coche.
Comienza a caer a lluvia.

Das la vuelta y vuelves a casa.

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