domingo, 26 de octubre de 2008

Siesta


Al calor denso y las horas soporíferas del mediodía, la bien conocida hora de la siesta; en la penumbra que crean unas persianas mal bajadas, en esa atmósfera calurosa y húmeda, como retornar a nuestros orígenes, e internarnos de nuevo en la cueva.
En la trémula oscuridad de las tardes muertas de verano se dilata la pupila, ante el recuerdo de estaciones pasadas, y horas de la siesta que, desovedeciendo la tradición española, no se emplearon para dormir.

No llega el sueño, en su lugar se cuela en la cama la excitación. Y veo brillar sus ojos dorados. Y siento su aliento rozando mis hombros, y sus manos desnudando mi imaginación, y su lengua lamiendo mis labios.

Acompaso mi respiración a la suya; y ahora somos dos inhalando y exhalando caricias como si fuésemos asmáticos en busca del aliento ageno. Enredo sus piernas en las mías y las mías en el edredón que sobra desde hace meses.

La excitación tiembla y yo sonrío ante la idea de sentirme dueña de sus labios.
El juego se invierte y la reina negra se vuelve peón blanco que retrocede y se aleja. Y todo esto en un tablero de 160x200.

El sol dibuja lentejuelas en el techo. Y sobre la cama.
Todo se ha convertido en una fiesta, en un baile silencioso en el que el primero en romper la tranquilidad de la siesta pierde.

Y en silencio nos perdemos los dos.
Hacia la perdición, a codazos, a mordiscos. Se levanta la luna y se apagan las luces.

Termina el baile. Y la exciación me abandona tiritando, con el edredón reptando por el suelo, con la tarde apoyada en las pestañas.
La excitación se marcha como si no fuese culpable del crimen cometido.

Y mientras, yo te sujeto en el etéreo mundo de los sueños. Te cojo de la mano.
Y susurro.
"No me dejes sola"

Regla número III
"Prohibido leer los posos del café antes de las 18:00"

1 comentario:

Yuki, Lord Nieve dijo...

y asumiendo el riesgo a repetirme: bravo.