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¿Cómo es él?
Yo también me lo pregunto, tengo miedo de que, de conocer su rostro tan bien, no sea capaz de diferenciarlo entre los cientos de personas con que me cruzo cada día.
Sé qué le gusta, cuándo llora, y sé cómo ha amado a todas las chicas que ha tenido. Poseo tantas certezas que me duele el pecho de recordar.
Hablaba de sus ojos profundos y su sonrisa.
También es como un niño: a veces se quiere morir, y, de pronto, duda, se deja llevar y acaba arrastrándote al centro de clubs nocturnos de luces parpadeantes.
Desespera, y justo cuando piensas que perderás la paciencia, pone tu mundo patas arriba.
Sé que a veces se encierra en su habitación de una manera diferente a la mía. Se recluye. Pide ayuda a gritos; si no vas a buscarlo se asfixiará.
Su vida brilla tanto que no es capaz de encontrar su camino.
Él es como una vela, forjado, incandescente. Como la llama trémula que poco a poco engulle el vacío.
Está tan perdido que se encontrará conmigo. Y ese será su fin.
Oveja descarriada.
He venido a devorar tu pecho, tus entrañas.
Cada noche rezo porque te pierdas en el camino,
porque acabes tan harto de tu luz que quieras venir a la sombra, conmigo.
A cegarnos mutuamente.
A cegarnos mutuamente.
1 comentario:
yo no tengo miedo a ser devorado
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