miércoles, 22 de septiembre de 2010

Gotelé


Pasó la mano por el gotelé de la pared. La superficie sobresaliente en forma de diminutas gotas de pintura arañó suavemente la palma de su mano, y después el dorso, lamiendo su piel como una lengua áspera. El vaivén del colchón mecía su cuerpo haciendo que un mechón de pelo de los que le caía por la cara acariciase el óvalo que formaba su mandíbula.
Sabía que en aquel momento, viendo el énfasis y emoción de aquel desconocido que la abrazaba, no debería pensar en temas como la textura del gotelé de la habitación de un extraño.
Ella en su casa no tenía ese tipo de recubrimiento de pared, utilizado normalmente como método más económico de tapar las imperfecciones.
Recordó, sin embargo cómo cuando era pequeña, el pasillo de su domicilio familiar contaba con un gotelé tan áspero que, si por un casual tropezabas, acababas con codos y manos despellejados.
Entre sentir una mano acariciándole el cuello y unos labios besando sus pechos, pensó si la textura y pronunciación de las gotas de pintura tendrían algún significado concreto o sería simple resultado de diferentes manos expertas.
Si ella fuese gotelé, ¿cuál sería?

Miró hacia arriba. Aquel hombre tenía unos hombros fuertes, hermosos. Quizás los pasillos de la casa de su infancia fuesen lisos y pulidos, quizás su gotelé interior era suave como el de su dormitorio. Le hubiera gustado parar y mirarle a los ojos, intentando saber si eran verdes o azules entre tanta oscuridad. Encender la luz y hablar sobre paredes y muros.

En ese momento él cogió su mano; la que acariciaba la pared.
Seguro que su gotelé también ocultaba grietas como indicio del derrumbamiento que todos nuestros muros sufren alguna vez, pero sus manos eran fuertes, suaves, como el lamido de decenas de lágrimas de pintura. Como el gotelé suave que se desprendía un poco de la pared con cada golpe del cabecero de su cama.

1 comentario:

Seph~ dijo...

a lo mejor no te lo crees, pero nadar entre gotelé es una de mis aficiones secretas :)