La duración de las relaciones personales.
Claro, que es normal.
¿Cómo hablar de cuándo acaba esto, si aún no estoy segura de si empezó?
Y veo cómo se desmoronan los años ajenos a mi alrededor.
Me pregunto dónde las personas aman con la templanza aquella que dura años.
Me pregunto dónde se siente eso de libros y películas. Si existe.
Dónde.
Por eso siempre miro el reloj, y sonrío, sumándole un minuto a la partida.
Porque, ya sabes, en 21 días se produce la reprogramación cerebral.
Y te olvidas de mí.
21, uno por cada gramo de alma perdida.
Dónde nuestra historia acaba.
Dónde, el límite de páginas.
Si todo acaba tan tan rápido, que apenas se puede parpadear,
quién me asegura que yo soy una persona de esas que comparten sus años.
Que soy egoísta y mi tiempo se quema del roce.
Y de las cenizas frías, amor, nada hay que rescatar.
Ascuas húmedas.
Restos esparcidos por el viento.
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