domingo, 28 de noviembre de 2010

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Que pierdes la voluntad de pensamiento por su cintura, por la forma en la que se mueven sus caderas cuando anda.
Y el pensamiento se te escapa entre el olor de su pelo y tu mejilla contra su espalda.
Piensas en para qué volver a casa, si ella no va a estar para quitarte con sus manos cálidas el frío de la calle. Que no hay mucha diferencia al cruzar la puerta, si lo que te espera al otro lado es una cama siempre demasiado grande, demasiado vacía.
Es que cuando se ha metido en la cabeza no puedes respirar sin que ella esté en el aire.
Y ella ni sabe de tu enfermedad y su culpa.
Y a veces te enfadas, tanto que te gustaría gritarle una de esas canciones que duelen; y ser tú, por una vez, el que haces daño.
Pero toda la niebla se esfuma ante tus ojos, dando paso a un sol de invierno, cuando despiertas y sientes su piel bajo las palmas de tus manos. Y se gira, despeinada, y te da un beso.
Y tu pecho se ve invadido por una sensación que te roba el aliento, te entran ganas de llorar; pero ¿cómo vas a explicarle estas lágrimas? Le tendrías que decir lo perdido que has estado sin saberlo hasta que la encontraste. Le tendrías que decir que le debes mucho más que momentos preciosos. Que hacía años que no te sentías seguro,
feliz.

2 comentarios:

.A dijo...

Que pierdes la voluntad de pensamiento por su cintura..

N. dijo...

Precioso, como siempre ;)