Las ganas de un halago ajeno.
Una mano en tu cintura, que te presione un poco y te atraiga otro poco hacia sí.
Como quererse sin pensar, de forma salvaje.
Y dejar de lado las veces que me llamas guapa, que me miras así.
Cuándo estás y cuándo no.
Sienta tan bien.
Que debe ser mortal por necesidad, adictivo y mortal.
Siempre pensé que yo no probaría las drogas.
Es una habitación desordenada.
El recuerdo de tu voz. Tus labios, que me gusta mirarlos; y significa que quiero juntarlos con los míos.
Piel contra piel.
Calor.
Morder.
Asomo la lengua entre tus dientes.
Intento abarcar tu cuello con mis manos.
Si me pego lo suficiente, me meteré dentro de ti.
Y estaré en cada habitación de tu casa, en cada baldosa de tu ciudad.
Si me pego lo suficiente,
no dejaremos pasar ni el humo que nos separa.
Y notar tu mano fuerte, en mi espalda.
Y notar la presión, la tensión.
Y querer gritar, explotar.
Liberarme y salir de mí.
Y entrar un poco más en ti.
Es el frío.
Las ganas, la necesidad.
Quiero ser especial, no para ti, ni para todos, sino para nosotros.
Necesidades especiales que se basan en una dieta de frío y luces de navidad;
para esta temporada.
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