Seguí a la liebre porque su piel blanca me hizo creer en que aún era aquel invierno en el que tu y yo estábamos juntos; el invierno que nunca llegó... lo recuerdas? no, por supuesto que no, yo tampoco... pensé que la liebre que le robó el color a la nieve quizá supiera algo de nuestros recuerdos.
Quise seguir una vez más a la liebre que marcaba rápidamente el compás y caí en su madriguera... oscura, asfixiante, fría y húmeda... y el tiempo se detuvo o corrió (cuanto ha pasado, porque sigo mirando el minutero creyendo en la liebre que se manchó ya de tierra?) y poco a poco descubrí a mi alrededor una sala gigante que a pesar de su hermosa decoración, sin las respuestas de mi preciada liebre traidora, se me antojaban minúsculos y escasos... quien podía apreciar tanta ornamentación sin tener a quien contar sus hallazgos? ... Bajo ese minúsculo techo, sintiendo como me encerraba en una jaula privada, comencé a llorar; y aquel que mira tras la cerradura de la puerta me susurró que probara otro sabor, que degustara la belleza y magia de mis barrotes; y entonces el mundo se me antojó demasiado grande, demasiado escalofriante, demasiado vacío y oscuro... pero pude escapar de entre los barrotes...
Corrí y corrí hasta caer a los pies de un gran árbol.
Un gato, del color de esas noches en las que salía a cazar la luna, para encontrarte a ti en su lugar, me habló. No era quién yo quería que resolviera mis cuestiones, pero al menos hablaba... Y sus palabras eran tan duras, tan voraces, tan reales que arañaron mi rostro... o eran lágrimas? no lo recuerdo... Yo culpé al gato; era más fácil...
Y seguí y seguí... la oruga me habló de sueños y mentiras, me habló de cuanto sabía y nada más... quizá fue la más sabia de todas... Las eternas fiestas y banquetes me prometieron días mejores... y brindé con ellos, y canté y soñé olvidando que las palabras no quedan más que en silenciosas celebraciones que se beben a pequeños sorbos, con las lágrimas que en su juventud, seguras de que siempre las sostendrías, se tatuaron tu nombre.
Ahora... ahora juego al criquet con la reina de corazones, que quiere arrancarme el mío... y yo... yo no sé si quiero ganar y seguir arrastrándolo... ahora pienso en rendirme a su poder y entregarle cuanto anhela... ahora la reina de corazones, ahora y siempre me tuvo en su partida formando parte de su juego macabro...
Quiero despertar? tras caer en la trampa de una despiadada reina de corazones sigo creyendo o queriendo creer que la liebre sabe algo de nuestro invierno que no quiere confiarme... le dijiste tú que no lo dijera?
sabiendo la inutilidad de esto que escribo, pero yo me siento un poco mejor... espero que algún día puedas perdonarme, aunque ahora no haya nada por lo que pedir perdón.
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- La de alicia en el país de las maravillas no era una historia de amor...
- No pudo serlo
- Tú no eres alicia, y él no tiene nombre...
- Creo... que hay cosas que no necesito saber.
- Si lo necesitas te diré que soy la liebre.
Ella dijo: "al final no tendré mi milagro..." tuvo más valor que yo...
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