miércoles, 26 de noviembre de 2008

Un año más.

Sabes? Procuro no escribirte, y no pensarte. No demasiado.
Y ya no me enfado, ni contigo ni conmigo.
Ni me rerpocho no haberte dicho cuanto te debí decir. Ni te reprocho no haberme enseñado todo cuanto hoy en día no sé. Y no sabré.
Ni te reprocho no haber llegado a conocerte; ni me lo reprocho.

He conocido a mucha gente que me recordó a ti. O a lo que aún conservo de ti.
Ni tu imagen, ni tu voz, ni tu forma de mirar. No me queda nada. Nada de eso tengo ya, y ahora dudo si alguna vez lo tuve.

Te eché de menos. Y aún hoy hay días en los que recuerdo aquel sueño que tuve, nada más te huviste ido. Soñé que todo volvía a la normalidad. Que me dabas un abrazo. Eso no lo he olvidado.
Ni aquella noche de reyes, contándonos cuentos para ver si nos dormíamos. Contándome chistes después, para ver si me dormía.

Y siento que no fui capaz de quererte. Que no fui capaz de estar cuando realmente fue necesario.
Me gustaría saber si me echaste de menos como yo ahora. Si maldigiste mi nombre encerrado en aquellas cuatro paredes de hospital. Si sabías tú de tu final.
Y por qué no me dijiste nada? Por qué nadie me dijo que no te volvería a ver?
Por que?

Me gustaría saber cuánto te costaba sonreír cada vez que íbamos a verte. Si querías seguir viviendo o decidiste rendirte sin decirnos nada.

Me gustaría, no saber, escuchar, que me quieres, que lo he hecho bien, que me perdonas.

Al final resulta que no sé nada de ti. Que, lo que más me duele, es que ni siquiera recuerdo lo último que te dije. Resulta que te fuiste y me enfadé contigo, y me enfadé con el mundo.

Y me acuerdo de algún castigo, me acuerdo de tus gafas, de tus noches eternas, de tus juegos de carreras, de tu tabaco (que ahora tanto odio, por tu culpa), me acuerdo de tus proyectos, de todo lo que no dijiste, y me tocó descubrir con diez años.

Recuerdo tus dibujos, tu inglés y tus matemáticas. Tus libros, tu cama, los agujeros de la ropa por culpa de un cigarrillo mal apagado. Tus siestas, tus comidas, tu trabajo y tus dolores de espalda. Los domingos que supieron bien gracias a ti, las pompas en el balcón, las historias de terror y los días de fiestas.

Y sin embargo no soy capaz de recordar tu voz. Ni tus ojos.
Ojalá pudiera volver a atrás. Y ser mejor. Y hacer cuanto no hice con diez años...

Pero... quizá eso cambiara la persona que hoy soy... y, sabes qué? Soy feliz. Tal vez, me gusta pensar que, en cierto modo, gracias a ti.


Un año más, te he vuelto a llorar.
Y, un año más, me despido como no hice en su momento.
Adiós, lo siento.

**
Ves esa foto? Al final, ni tú tenías tanto pelo, ni yo era tan pequeña.
Este año me he cortado el pelo, y me he confesado. Este año he querido de verdad y he llorado por otras personas.
Ha sido un buen año.
Faltabas tú, ya sabes.

P.D. Hoy he entrado en San Pedro por-que sí. Y se me había olvidado decir que, sobre todo, me acuerdo de los mediodías en los que nos esperabas en la ventana.

1 comentario:

sueño de cristal dijo...

Te acuerdas de más, de mucho más... otra cosa es que lo tengas enterrado bajo una capa de polvo. Te acuerdas de la toalla tras el baño, de San Apapurcio y San cucufato, de comoo nos defendia ante los niños que se atrevian a romper nuestros muñecos de nieve, de su imitación del pato donal (ahi tienes su voz), de su silbido, de su música y sus canciones, de su comida, del coche, de sus ronquidos... de su sonrisa, no me digas que no...
La forma que tenía de mirar, era... cariñosa...
Tal vez sea porque yo era más mayor, o tal vez he ido trazando recuerdos y coloreandolos a mi gusto, pero yo los recuerdo así.

No maldijo tu nombre... creeme que lo entendía, él odiba los hospitales casi tanto como tu (pero no tanto) y sabía que eras pequeña y también sabía que le querias.