jueves, 6 de noviembre de 2008

5 y medio

Comienza a sonar la música y el frío destila por las rendijas de mi añorado suelo de madera vieja.
Abro la puerta del armario al golpe de las teclas de un piano.
Y descuelgo de su percha una de tus sonrisas, tres o cuatro tallas más grandes.
Me enfundo en ella hasta que la habitación queda sumergida bajo esa luz cálidad de algunos domingos de otoño por la tarde.
Aspiro tu aroma desde dentro y siento la otra mitad de la cama aún tibia, esperándote.
Comienza a llover.
El piano ha dejado de sonar.
Porque no quiero escuchar nada que no sea tu respiración.

Es jueves, y yo, con mi capa de lana blanca y el pelo alborotado, los declaro los nuevos domingos.


- Hagamos lo siguiente: yo llegaré como si te hubiese encontrado de casualidad, y tú me susurraras una vez más lo mucho que llevabas esperándome. ¿Preparado?
- Llevo toda la vida preparado.
- Genial. Corten!

1 comentario:

Anónimo dijo...

pomeloo^^