Descorro las cortinas para ver cómo nos hemos perdido el amanecer, hablando de cosas que mañana yo reinventaré, y tu no recordarás.
Busco, con los dedos, el interruptor de una luz que sé que no prenderé, para no despertarte; y que despiertes solo, mientras te miro.
Me dejo caer sobre la butaca, dejo que ésta me abrace. Y me pregunto cuánto tiempo aguantaré en este mundo, o cuanto tiempo me aguantará el mundo a mí. Me pregunto cuánto me echarán de menos, cuánto te echaré de menos yo a ti. Me pregunto cuántos amaneceres más nos perderemos, y cuanto tiempo esperaré a que llueva para encontrarme contigo y darte un beso.
Despiertas y me sorprendes fuera de mi posición, rompiendo el momento.
Crees que lloro, y te equivocas; pero me gusta tu miedo. Porque te levantas para responder a todas las preguntas que no poseen respuesta. Porque puedo escuchar tu alivio rozando las sábanas, juguetón, al comprobar que estoy bien, que el orden del cosmos continúa caótico y que mañana amanecerá de nuevo -y nos lo volveremos a perder-.
Volvemos pisando la tabla ochenta y cinco B primero, la catorce después.
Aún hay tiempo para el próximo amanecer, podemos esperarlo hasta quedarnos dormidos.
- ¿Qué ha sido eso?
- Ah, sí! Me olvidaba del fin del mundo.
Regla número IX
"El orden de las reglas no altera el resultado"
"El orden de las reglas no altera el resultado"
2 comentarios:
el fin del mundo... suena interesante
Adoro las mañanas que soy la primera en despertar y descorro las cortinas, me siento en la ventana, y ni piso las baldosas, ni enciendo la luz...
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