miércoles, 12 de noviembre de 2008

Silent awake in your name


Vestida únicamente con la chaqueta de lana y unos calcetines largos, recorro, en la mañana, la habitación. Con cuidado de no despertarte, con cuidado de no pisar la tabla número catorce: la suelta; ni la número ochenta y cinco B: la que cruje sólo a veces.
Descorro las cortinas para ver cómo nos hemos perdido el amanecer, hablando de cosas que mañana yo reinventaré, y tu no recordarás.
Busco, con los dedos, el interruptor de una luz que sé que no prenderé, para no despertarte; y que despiertes solo, mientras te miro.
Me dejo caer sobre la butaca, dejo que ésta me abrace. Y me pregunto cuánto tiempo aguantaré en este mundo, o cuanto tiempo me aguantará el mundo a mí. Me pregunto cuánto me echarán de menos, cuánto te echaré de menos yo a ti. Me pregunto cuántos amaneceres más nos perderemos, y cuanto tiempo esperaré a que llueva para encontrarme contigo y darte un beso.
Despiertas y me sorprendes fuera de mi posición, rompiendo el momento.
Crees que lloro, y te equivocas; pero me gusta tu miedo. Porque te levantas para responder a todas las preguntas que no poseen respuesta. Porque puedo escuchar tu alivio rozando las sábanas, juguetón, al comprobar que estoy bien, que el orden del cosmos continúa caótico y que mañana amanecerá de nuevo -y nos lo volveremos a perder-.
Volvemos pisando la tabla ochenta y cinco B primero, la catorce después.


Aún hay tiempo para el próximo amanecer, podemos esperarlo hasta quedarnos dormidos.

- ¿Qué ha sido eso?
- Ah, sí! Me olvidaba del fin del mundo.

Regla número IX
"El orden de las reglas no altera el resultado"

2 comentarios:

Yuki, Lord Nieve dijo...

el fin del mundo... suena interesante

- SiL - dijo...

Adoro las mañanas que soy la primera en despertar y descorro las cortinas, me siento en la ventana, y ni piso las baldosas, ni enciendo la luz...