Me aferro a su espalda hendiendo las uñas en la carne.
Lo retengo con las piernas para que no se vaya lejos.
No es amor ni miedo, no es pasión o lujuria. Es instinto de supervivencia, y no del reproductivo.
Sólo quiero no morir congelada.
Me da igual la muerte, no temo perder la vida más de lo que temo ganarla.
Pero no quiero congelarme hasta que mi aliento se quiebre.
Muerdo y grito, como si alguien pudiese escuchar mi llamada.
Y cuando pierdo la voz y caigo al suelo, jadeando, siento cómo me duelen las heridas, mis patadas y mordiscos. El corazón, el alma y la polla me duelen, que son uno, allá donde estén, que piensan igual.
El fantasma de la ausencia se retuerce junto a mí. Me mira y sonríe antes de dejarme sola.
Caigo al suelo.
Me duelen las heridas, las patadas y mordiscos. Río como lo hacen mis demonios.
Nada de esto duele más que las palabras.
Nada de esto está más vivo que la voz, la letra.
Cuidado.
2 comentarios:
Te duele la polla? tienes polla?¿eres de esos chicos lindos que de lejos parecen y de cerca son? Uhmmm ...me haz dejado pensando, pues... ¡no creo!ha habido un lapsus lingüis ¿no?
me agarra con esos pies congelados y nos volvemos hielo..
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