Aunque eso me convierta en mala.
lunes, 29 de noviembre de 2010
Good night
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De cuando la libélula observa su rostro en las aguas
domingo, 28 de noviembre de 2010
View
Que pierdes la voluntad de pensamiento por su cintura, por la forma en la que se mueven sus caderas cuando anda.
Y el pensamiento se te escapa entre el olor de su pelo y tu mejilla contra su espalda.
Piensas en para qué volver a casa, si ella no va a estar para quitarte con sus manos cálidas el frío de la calle. Que no hay mucha diferencia al cruzar la puerta, si lo que te espera al otro lado es una cama siempre demasiado grande, demasiado vacía.
Es que cuando se ha metido en la cabeza no puedes respirar sin que ella esté en el aire.
Y ella ni sabe de tu enfermedad y su culpa.
Y a veces te enfadas, tanto que te gustaría gritarle una de esas canciones que duelen; y ser tú, por una vez, el que haces daño.
Pero toda la niebla se esfuma ante tus ojos, dando paso a un sol de invierno, cuando despiertas y sientes su piel bajo las palmas de tus manos. Y se gira, despeinada, y te da un beso.
Y tu pecho se ve invadido por una sensación que te roba el aliento, te entran ganas de llorar; pero ¿cómo vas a explicarle estas lágrimas? Le tendrías que decir lo perdido que has estado sin saberlo hasta que la encontraste. Le tendrías que decir que le debes mucho más que momentos preciosos. Que hacía años que no te sentías seguro,
feliz.
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De cuando la libélula observa su rostro en las aguas
viernes, 26 de noviembre de 2010
Tan sola...
Más allá de estar aquí o allá, que total, todas las aceras me dan vueltas.
No te puedes imaginar cuánto me gustaría estar en tu cama; para que me protegieses de mí misma, como siempre haces sin saber.
Y más de una docena de chupitos de docenas de sabores para reunir el valor de decirte las dos palabras más pesadas del mundo (desde que te conozco).
Porque me liberas de todos los pecados.
Y casi es cálido llorar en tu hombro, aunque aceche el miedo a cansarte.
Tengo tanto frío que achaco más de la mitad a tu ausencia.
Me duele el pecho, el cuello, los hombros y la cara de echarte de menos. Me duele por dentro.
Y es que no hay remedio. Sólo calmantes que me mientan, como si todo el alcohol del mundo fuese a evitar que yo me sienta tan sola esta noche.
Tan sola que sean tu palabras mi único abrigo; tan sola que sienta el frío mordiendo mi carne, a pesar del edredón que puedo acaparar, que no tengo que compartir.
Tan sola que este nudo en la garganta me va a matar.
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martes, 23 de noviembre de 2010
Hero of war
De pedir perdón por no tener valor.
Y cuando plantas cara hacerlo bajo un escudo de lágrimas.
Por no poder sonreír. Te juro que llevaba todo el día queriendo enseñarte mi sonrisa.
Y es que ya no me quedan fuerzas. Y siento que me fallo a mí misma más de lo que te fallo a ti.
Porque si pudiera todo estaría cabeza abajo. Y no estaría triste nunca; aprendería a vivir la parte de vida que me toca a mí sola. Para reconciliarme con mi alma y jurar que puedo dormir sin compañía.
Pero es que me duele intentarlo.
Me duele sola, sin ti.
Y me duelen tus silencios. Esos de: uno, dos, tres...
Me duele porque me hacen pensar que es que eres así, y cambiarte es renunciar a ti. Y eso supone estar sola. Y perder un poco la fe, y volverme un poco loca (más).
Siento toda esta fe que no pediste sobre tus hombros, esta esperanza que he plantado yo sola, y ahora te culpo si muere.
Siento que esta sea mi cara de todos los días; no poder ser mejor.
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lunes, 22 de noviembre de 2010
HardTimes
Me siento lejos, que no sola.
Tú sabes de lo que hablo. Es estar rodeada de gente y no ser feliz.
Que siempre algo falla; y eres tú.
Lejos para sentir el calor, para ver con claridad.
Que quiero que me agobien,
que me busquen tanto que sean capaz de encontrar cada centímetro de mi piel.
Y mirar la pantalla, y pensar en él.
Que se te cierran los ojos con fuerza, porque no quieres ver más este mundo, pertenecer a él.
Y yo, no sé muy bien porqué, cada día al despertar miro mi teléfono, esperando tener algo que leer de ti.
No quieres pertenecer. No quieres estar.
Tienes ganas de que te saquen de ahí, de que te extirpen del tiempo y el lugar; de ti misma.
Y que sea otra tú la que tenga que vivir, que a ti no te apetece.
Te levantas porque la otra opción es quedarte en la cama para siempre.
Que si no lo haces ahora, no lo harás nunca.
Por eso tú no te das cuenta, pero yo lo noto todo.
...mientras duele.
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De cuando la libélula observa su rostro en las aguas
Ice
Como cuando te despiertas cubierta de escarcha...
y no te acaricio por miedo a romperte.
Como las alas de las libélulas.
Y has de saber que no se trata así a las chicas,
que debes tocarlas como si se fuesen a desvanecer,
y has de temerlas como si fuesen el aire de la tormenta.
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De cuando la libélula observa su rostro en las aguas
domingo, 21 de noviembre de 2010
La fe del asesino
Sonrió pensando que su final no podía ser de otra forma.
Sólo con ver el porte del caballo que galopaba frenéticamente hacia él supo quién se ocultaba tras la capucha y el arco, tenso, en su dirección.
No sintió el primer impacto, en el hombro derecho, justo bajo la clavícula; su mente estaba ocupada en el vaivén del cuerpo del jinete, en sus piernas flacas apretadas con fuerza contra los costados de aquella yegua zaina.
La segunda flecha mordió su muslo derecho, haciéndolo caer de rodillas, y sin embargo él sintió como si le hubieran atravesado el pecho.
Para entonces el jinete ya lo había pasado, situándose a su espalda.
Eryo ni siquiera necesitó volverse.
- Siempre supe que tú acabarías conmigo -murmuró mirando al frente, más allá de las pisadas de las herraduras sobre el barro, más allá de la torre de vigilancia; más allá incluso de las montañas tras las que el sol se había comenzado a poner.
Aracne puso el filo de un puñal sobre su cuello. El aroma de su pelo, junto con el de la sangre le inundó los pulmones. Apretó con fuerza su mejilla contra la de Eryo.
- Tú destrozaste mi vida.
Sintió de pronto cómo Eryo presionaba el puñal contra su cuello y la sangre, cálida, le recorría las manos. Dejó caer el puñal. Y Eryo sonrió para ella una última vez.
A lo lejos ya se podían escuchar los aullidos de los lobos.
Y la nieve comenzó a caer.
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WindGuardian
sábado, 20 de noviembre de 2010
Our time
La duración de las relaciones personales.
Claro, que es normal.
¿Cómo hablar de cuándo acaba esto, si aún no estoy segura de si empezó?
Y veo cómo se desmoronan los años ajenos a mi alrededor.
Me pregunto dónde las personas aman con la templanza aquella que dura años.
Me pregunto dónde se siente eso de libros y películas. Si existe.
Dónde.
Por eso siempre miro el reloj, y sonrío, sumándole un minuto a la partida.
Porque, ya sabes, en 21 días se produce la reprogramación cerebral.
Y te olvidas de mí.
21, uno por cada gramo de alma perdida.
Dónde nuestra historia acaba.
Dónde, el límite de páginas.
Si todo acaba tan tan rápido, que apenas se puede parpadear,
quién me asegura que yo soy una persona de esas que comparten sus años.
Que soy egoísta y mi tiempo se quema del roce.
Y de las cenizas frías, amor, nada hay que rescatar.
Ascuas húmedas.
Restos esparcidos por el viento.
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De cuando la libélula observa su rostro en las aguas
viernes, 19 de noviembre de 2010
Y puede que de ti.
Hablábamos los dos. Y puede que de ti.
Porque en mi colchón puedo jugar a encontrarte,
aun sabiendo que hace mucho se perdió tu olor entre mi pelo,
enredado en la clavícula,
hecho un ovillo sobre el pecho.
Y si supieras las veces que te invoco...
Antes hubiese dicho que, si lo supieras, no me dejarías nunca.
Pero es que hoy me he hecho mayor,
que no madura, sólo vieja. Desgastada.
Así que diré que si lo supieras callarías, haciéndome sangrar en silencio,
para que no seas capaz de ver la herida
(curarme con tus manos).
Hoy era día de acogerse a la norma LVIII.
Y ya que puedo permitirme olvidar cosas (asuntos de la edad),
olvidaré qué dije.
Para descansar, con la la cabeza entre dos palabras (las que no me atrevo a decirte),
en el valle,
de los avasallados.
Regla número XXIII
"Por que no (te diré que) amo, porque me asusta amar(te)"
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Reglamento de vuelo
martes, 16 de noviembre de 2010
University time
El colchón, medio hundido, cede bajo nuestro peso. Hablamos de forma relajada, desgastando las horas como se van consumiendo las ascuas, lentamente, sin prisa.
Hemos gastado la mitad de los temas de conversación, pero no nos importa repetir siempre lo mismo, creo que nos gusta el sabor de nuestras anécdotas; el saber que nos acercan un poco más.
Después del sexo, tocan las drogas.
Y J. nos habla de lo malo que es realmente el alcohol, dice:
- De verdad, yo es que prefiero colocarme con un porro que emborracharme.
Niego con la cabeza inhalando el olor del humo que flota en el ambiente.
- No sé, depende del rollo que te traigas; quiero decir que, para salir de fiesta, yo prefiero a alguien borracho que fumando... No sé, la maría hace como que estés ausente; más bien lejos.
Ahora es J. el que asiente, con su cigarro a medio consumir entre los dedos. Y ríe.
- Sí, yo una vez conseguí deshacerme así de una chica. Yo me había fumado un porro de marihuana entero y no hacía más que reírme, y ella preguntaba "¿Y esto te va a durar mucho?". Al final se fue.
Nos reímos.
El colchón que hace de sofá se hunde más y más. Fuera hace un frío de esos de diciembre de nochebuena.
Y pienso que la anécdota casi puedo hasta palparla.
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Susurros que vuelan más alto que las libélulas
lunes, 8 de noviembre de 2010
Value
No todo era un día a día de luz fría y dorada.
A veces sentía cómo mi existencia tenía el mismo valor que un videojuego, tu droga o una noche de fiesta, para ti.
Y ya no tenía que competir con los fantasmas de las chicas que te quisieron (que yo no me atrevía a decírtelo); tenía que luchar contra ti mismo. Para ver si así me querías más/bien.
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De cuando la libélula observa su rostro en las aguas
domingo, 7 de noviembre de 2010
El sueño del vencedor.
- No, tengo miedo.
- ¿No es lo mismo?
- No, es que él me da paz.
- ¿Entonces cómo puedes tener miedo?
- Porque es el tipo de miedo que tiene el vencedor.
- ¿A perder lo ganado?
- No, a despertar.
Despertó con ella al lado. Cálida.
Le dolía el hombro de la postura de toda una noche compartiendo colchón; y en una película de esas de un hollywood romántico hubiese permanecido quieto, por temor a despertarla, horas si era necesario; pero él no era un guaperas de película, y ella no encarnaba el papel de una semidiosa de silicona.
Habían pasado tantas noches juntos que no temía romper el idilio del sueño. No había por qué disculparse, qué temer. Porque no era un decorado de novela, era real.
Real como levantarse despeinado, tirarse pedos y despertar al de al lado.
Como pisarle el pie, darle un codazo o romper un plato.
Humano, que, de no hablar de ello, ya casi lo echábamos de menos.
Y te despierto. Y te doy un beso.
Me duele el hombro.
Ya lo siento.
Ahora nos quedamos callados, sin tener que levantarnos a llevarnos mutuamente el desayuno a la cama. Sin tener que dormir abrazados, con ese brazo que siempre sobra.
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More than Fairy Tales
sábado, 6 de noviembre de 2010
Regla XXII
"Siempre que nos separemos, será para reencontrarnos después"
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Reglamento de vuelo
viernes, 5 de noviembre de 2010
Me empieza a dar pánico estar sola.
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Susurros que vuelan más alto que las libélulas
jueves, 4 de noviembre de 2010
Tears Speak
Hablando como si olvidase mi sexo.
Que quería que me dijeses que me habías echado de menos, aunque fuesen apenas horas.
Que quería despertarme y leerte.
Que quería que me dieses un beso, y me susurrases que no estaba loca, que no te agobiaba.
Que estabas celoso u ojalá anduvieses por aquí.
Y yo te dije un "Es igual".
Y tu, sin entender que no era una despedida, que era una lágrima, cerraste diciendo: "Un besazo guapa".
Y ahora tengo tantas ganas de llorar que se me va a caer la noche encima.
Y no encuentro el valor para volver a hablarte y no sentirme estúpida.
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Susurros que vuelan más alto que las libélulas
¿Follamos?(o no)
Hablábamos de sexo (cómo no).
De que si los hombres van a lo que van, y nunca nada es casual.
Toda mujer que lea esto sabrá ése pensamiento que surge cuando somos tratadas bien (demasiado). Y tú dudas. ¿Por qué me acompaña hasta el portal?¿Por qué me invita a su casa?¿Por qué me saca a bailar?
Dudas, porque tienes miedo, un miedo egocéntrico, de que en el fondo sólo sea eso, sexo. Artimañas para llevarte a la cama, bondad animal.
Y... no sé, no he podido evitar sonreír. Sonreír porque no es verdad. Porque, sí lo es. Pero no.
Recapitulemos, sí, claro que esas cosas pasan y pasarán siempre, es la forma educada, la forma que no asusta del típico ¿follamos? (o no). Pero no es la única forma. Y aunque lo sea, cual es el problema. Siempre he pensado así.
Cuando no quieres, dilo claro, aun a riesgo de perder los privilegios, aun a riesgo de perder a una persona. Puede suceder también que esa persona, a pesar de todo, siga ahí.
¿Follamos? O no. Da igual, soy un encanto de todas maneras.
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De cuando la libélula observa su rostro en las aguas
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Diría ganas de enamorarse, pero, sabemos que es mentira, como cuando acabáis mis frases en la mente y asentís mis medias verdades.
No, no es amor eterno ni años de caricias y fidelidad.
Es más bien la fricción de los primeros encuentros. El: "dame un beso". Y un: "no, te lo doy porque yo (te) quiero".
No sentir que me apetece reclamar que no tengo, y no hacerlo, porque ya estamos conociendo a las chicas un poco, y sabemos que no es tanto las ganas de ti como el que tú la necesites para respirar.
Un abrazo por la espalda.
Reírme un montón.
Ya sabes, esas cosas que una echa de menos.
Y, lo más importante, lo que me quitará el frío de mil amaneceres de noviembre, lo que me consuela más que tu aliento cálido.
Echas tú de menos.
Demuéstralo.
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martes, 2 de noviembre de 2010
Rest
Y que tus lágrimas sean dos senderos cálidos sobre las mejillas.
Y eso de enfadarse con todo el mundo.
Porque nunca te ha gustado que se sepa la verdad.
O que no te consuelen con mentiras.
Has gastado más vidas de las que tienes, y empiezas a replantearte el deseo de la inmortalidad.
Porque cuando cuentas, tiemblas.
Tampoco te gustaron nunca las matemáticas.
Cuentas.
Que no necesitas del sol.
Que no echas de menos.
Que vives bien sola.
Que no hace falta más que amor del callado para cultivar.
Cuentas, y nunca se te desenredan las dudas.
Y eso que los números, que son estadística pura, dicen que nos tranquilizan.
Pues ya ves que no.
Que tranquilicen a otro, a mí pueden arrancarme directamente el corazón.
Y es que ojalá no lo tuviera.
Que sólo me preocuparía de tener más droga.
Y menos de esto que sobra, de aquello que falta y cómo mantenerte en el precario equilibrio que te hace parecer un ángel.
Cierras los ojos, con fuerza.
Cuando las lágrimas dejan de brotar sus huellas se vuelven frías.
- Dicen por aquí que en días como hoy quieres morirte.
- No, morirme no, desaparecer.
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