Quizá estamos tan perdidos porque somos jóvenes.
O quizás sea que ya no tenemos los astros para guiarnos,
que hace mucho que dejamos de caminar con los ojos puestos en el cielo.
Y desde entonces hemos olvidado nuestros orígenes.
Quizás es que esta edad, la juventud, es el estado de duermevela
en el que la realidad se cuela como el frío en una casa vieja,
y aún queremos ser niños:
recordamos quiénes fuimos
astros,
dioses.
Y darte cuenta,
un domingo por la tarde,
de que no tienes "familia", "hogar".
Y llorar.
Te hace mayor,
y con cada día, te pierdes cada vez más.
¿De dónde venía?
1 comentario:
Los domingos en la tarde busco la sombra de mi tristeza y dejo arropar por los recuerdo que infames intentan confortar un futuro incierto.
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