como una balsa en mitad del océano,
naufragamos
y nos salvamos.
Entre estos muros,
del color del campo abierto,
nos gritamos
y también fuimos uno.
Sobre ese pasado,
lleno de recuerdos como espinas,
contruimos
y fue algo bueno.
Hemos cruzado noches frías,
hemos pisado las baldosas,
pasada ya la madrugada,
en alguna misión suicida.
Hemos errado, para ver si los cristales
de nuestra derrota, podían cortarnos.
Y esa es la historia de cómo sangramos,
de las cicatrices que arrastramos.
Bajo este cielo, oscuro,
nos hemos despedido sin tocarnos,
y nos hemos besado.
Ya da igual.
Ya no habrá más mundo dual.
Ni más heridas que no sean las antiguas,
ni más camas frías.
Ya no habrá más que esto.
Días de cama y sonrisa,
días de vivir sin prisa.
Más que la casa extraña
de vernos tan juntos,
felices.
mi casa está donde estás tú,
los mismos ojos, la misma luz.
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