martes, 19 de noviembre de 2013

historias

No podría decir cuándo empezó esto, igual que no creo que nunca vayamos a poder decir cuándo acabará.
De los que éramos al principio apenas queda una sombra, y sin embargo ahí están, esas versiones de nosotros mismos heridas, que se lamieron las astillas de lo que les quedaba de corazón.
Que con la cabeza fría somos nuevos, pero seguimos siendo los que fuimos, con la cara limpia y los ojos claros.
Porque es una forma bella de seguir adelante, de levantarse del suelo y que la perspectiva cambie, aunque sigamos en el mismo cuerpo que antes moría ahogado en las profundidades de su infierno; en aquella habitación cerrada a cal y canto.

Supongo que fue dejar de buscar para encontrar. Que no logré entrar en la fortaleza más que salir de ella. Pero estaba tomando el camino incorrecto. No se puede llevar la luz en las manos, que se escapa entre los dedos; así que bajo el sol y sobre el mar del norte de verano, hice agujeros, como estrellas en tu tejado.
Y tú a cambio hiciste agujeros, para respirar, en mi pecho.

Sigo reconociéndonos en los dos idiotas que se hacían daño, cada uno a sí mismo, para ver si morían antes que volver a sentir el aliento del otro, por si le insuflaba la vida.
Los idiotas que se perdían las noches de fiesta, para encontrarse en la oscuridad; y se perdían en la oscuridad para reencontrarse como extraños.

Seguimos con las alas rasgadas y las vestiduras rotas.
Seguimos llenos de cicatrices que hacen que nos duelan los espejos.
Seguimos en aquella batalla estúpida con quienes nos quisieron como se quiere a un muñeco.

Pero entre sábanas de camas que vieron tantas cosas, enredé los dedos en tu pelo, y te sujeté por la noche mientras dormías; porque me estaba sujetando a mí, porque se me llenaba el pecho de ganas de llorar cada vez que sentía este calor.

Así que miro atrás, y luego te miro a los ojos. Y somos las mismas personas que no se atrevieron, pero en el tiempo en el que sí lo hicieron. Somos el paso que no dimos. El camino que no cogimos.
Es difícil de explicar. Supongo que quiero decir que siempre hemos sido esto, siempre he sentido esto. Que fueron las circunstancias que nosotros levantamos, como muros cuando debimos ser puentes, las que nos dejaron ciegos. Y fue nuestra voz, que alzamos, como luces en la noche, las que hicieron que no necesitásemos ver nunca más.
O fue un viaje en autobús, en el que nos abrazamos y yo pensé que no se trataba de ganar o perder, de salir ileso o morir, se trataba de lo que quería, que era eso, fuese con lágrimas o con alas, con gritos o sonrisas, eso.
Y me hice un pacto aquel día, prometiendo que ya no le tenía miedo a nada, porque había asumido la vida; que era eso lo que quería, aunque no tuviese garantías más allá de un pasado en el que nadie habló claro.


Porque tuve luz en las heridas, y besos en la oscuridad. Y tengo calma en el pecho y un domador en el dolor. Tengo la protección y la espada o el escudo, según la batalla.
Tengo un nombre, una cara, una voz. Tengo un corazón, y está partido en dos, para dar una mitad.
Tengo el lobo y el hombre, y los amo a los dos.





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