Recuerdo tu mar, a las puertas de un Abril,
y su lluvia.
Recuerdo su color de grises y tu voz
entre las olas.
En algún punto entre esa playa vacía
y su atalaya de verdes,
decidí quedarme para siempre
atrapada en esta historia,
entre tus manos y tu sonrisa,
que eran como puertas que se abrían
una vez cada cien lunas.
Decidí hacer de tus sábanas mi templo,
y de tu ojos mi luz.
Decías andar perdido en las tinieblas,
pero a mí me enseñaste el camino.
Y ahora, por primera vez,
estoy en casa. Completa.
Eres mi hogar, allá a donde vayas.
Me levantas, una y otra vez.
Me sonríes, como si la vida no pesara.
Recuerdo tu mar,
y lo grande que era para mi pecho,
esa sensación de perderlo todo
y estar de pie, desnuda, ante la vida.
Y entonces me cogiste de la mano.
Guiñabas el ojo para decirme
que todo iría bien.
Me cogiste cuando yo lloraba ante el mar,
cuando no podía volver al norte,
cuando no encontraba mi hogar.
Te he necesitado toda mi vida,
en cada noche de espinas,
en cada error y caída.
Pero llegaste tú,
al final, justo cuando empezaba a llover
en aquella playa tan triste.
Y supe que me veías,
a través de la piel
y a través de las heridas.
Nunca nadie me había conocido,
aunque yo siempre diga
que te equivocas,
nunca nadie me había conocido,
de dentro a fuera.
Y yo lloraba,
estaba tan perdida
que no quería seguir adelante.
Apareciste, mi norte,
mi mar,
te sentaste a mi lado en silencio
y supe que me habías visto,
que sabías quién era.
Me salvaste,
me salvas cada día.
Eres mi mar y mi norte,
sin ti estoy perdida.
2024: eras un Monstruo. Lo recordamos nosotras: G., C., M. y yo. Pero nosotras lo vivimos, aunque no lo supimos ver. Siento haberlas seguido en tu camino de tierra y barro. Siento no haberlas creído.
Con tus gritos y tus golpes, tu luz de gas y tus chantajes. Acabé sola y aislada, encerrada en tu jaula. Espero que puedas cambiar, y lo hayas hecho. Espero que nunca haya que sumar otra inicial a la lista de chicas que tú definías como locas, malas y mentirosas. La lista el la que nos metías a todas las que ya no podías controlar. Aquellas que pusimos nombre a tus abusos.