Me gustaría vivir en pechos ajenos. Ver la vida desde ahí.
No tener que imaginar mi imagen cambiante, no tener que recordarla; que sea uno más de los de fuera, que yo quiero vivir en lo de dentro.
Si fuese así tendría una llave directa a los rugidos del alma. Podría entrar, desarmada, tocar las paredes. Encender el interruptor y hacer, hilvanar, la luz.
Si fuese así podría curarlo todo solo con mis ojos, mis pozos. Lo intento, miran y tratan de tejer puentes, pero solo se ven dos ojos, que miran, pasmados. Trato de hipnotizar y nada, tampoco.
Últimamente respiro entrecortado, quizás tenga el pecho abierto y las entrañas desparramadas.
Ahora hay sitio para guardar cosas donde antes solo había vísceras.
La piel se eriza a menudo cuando nieva
en primavera.
Quieres cantar a gritos,
pero no tienes voz después de estos días.
Y tu banda sonora se ha quedado colgada.
Estamos como idiotas mirando la nieve,
con los brotes verdes asomando entre las pestañas.
No va a florecer nada bajo el hielo,
obviamente,
pero ahí están,
para cuando salga por decimoséptima vez el sol.
Hubo un tiempo en que mis veranos parecieron otoños;
ahora las primaveras quieren ser inviernos.
Pero da igual, porque el calor no muere con este frío
si sigue el cielo azul con su refreno.
***
Las piernas inquietas, los ojos pausados.
Corres sin ver, a ciegas.
Piensas tirarte por el primer acantilado,
(no tienes alas, pero da igual, para volar solo se necesita no caer)
porque el futuro no es ahora,
ni quieres que lo sea.
Piensas vivir más, sufrir más, más sábanas activas, menos miradas al techo, blanco, blanco.
Ni siquiera parece que ahí detrás exista un sol y aún así las flores siguen esperando pacientes.
***
Orienta bien tu vida,
no sientas por el pecho, ni por los ojos, ni por la mente;
siente con la piel.
Orienta bien tu vida,
algunos más hacia dentro,
otros más hacia fuera.
Quizás acabes solo y roto, derrumbado,
pero ahí reside la gloria:
conquista cumbres (las tuyas propias), ve y besa, lee, ama o ponte límites, escupe fuego.
Si vives nunca acabarás solo y roto, aunque acabes así. No lo entiendes, da igual.
La vida es esta gran mentira que la gente se esfuerza por descubrir y no es más que el lienzo en blanco de tus decisiones. Si son malas o buenas, que al menos sean tuyas.
***
Resumen de tres días (y cientos)
***
Jugando a despistar, para no tener que mojarse demasiado
en la subida de este río
(que, como todo, seguro que baja. Pero no nos importa).
*shores of california*
He's been trying with limited success
To get this girl to let him get into her dress
But every time he thinks he's getting close
She threatens death before he gets a chance
And that's the way it is in Minnesota
And that's the way it is in Oklahoma
That's the way it's been since protozoa
First climbed onto the shores of California
And she's been trying with limited success
To get him to turn out the lights and dance
Cause like any girl all she really wants
That fickle little bitch romance
That fickle little bitch romance
And that is why a girl is called a tease
And that is why a guy is called a sleaze
And that's why god made escort agencies
One life to live and mace and GHB
And that's the way it is in Minnesota
And that's the way it is in Oklahoma
That's the way since the animals and noah
First climbed onto the shores of California
Must not be too kind
Stop thinking love is blind
Clench your fists yeah write
"she's just not my type..."
Why all these conflicting specifications
Maybe to prevent overpopulation
All I know is that all around the nation
The girls are crying and the boys are masturbating
And that's the way it is in Minnesota
And that's the way it is in Oklahoma
That's the way Aristophanes and homer
Wrote the Iliad and Lysistrata (not in that order...)
La sensación de estar sola, de que la gente se escapa entre mis dedos, a lugares con más luz; más cerca del cielo.
Cada viaje es una pequeña muerte, cada distancia un clavo en el ataúd que guarde los momentos pasados, que no volveremos a recrear.
Vivimos condenados, desde que nacemos. Condenados a querer, condenados a perder, condenados a morir, condenados a(l) nacer.
Quizás sea incomprensible fuera de mi cabeza, quizás sea juez y verdugo de mi propia situación. Lo más probable es que así sea. Pero venga de donde venga el dolor es dolor; y si no que se lo digan a las cicatrices de lágrimas que abren caminos en las mejillas, señalando la dirección de la vida, igual que la Osa Mayor señala el norte.
Dolor con sonrisas, con plumas. Dolor que nace del fuego del corazón; que siempre es mejor ser llama ardiente (y cenizas), que hielo y charco.
“Deja de atormentarte por esto. Las cosas fluyen hacia donde tienen que fluir, y por más que te esfuerces e intentes hacerlo lo mejor posible, cuando llega el momento de herir a alguien lo hieres. La vida es así.”
¿Hacia donde nos lleva la puta vida?
Peor aún, ¿hacia dónde te lleva a ti,
que me deja a mí aquí?
Aquello de que la vida era un río,
un parpadeo,
un frenesí.
Es como estar enterrado en la arena hasta las rodillas,
y ver subir la marea,
y no patalear siquiera.
No importa, siempre has querido ser sirena,
para atraer barcos hacia las rocas,
y tener amantes submarinos,
cadáveres hinchados
incluso antes de naufragar.
Desde luego que todos tenemos una fecha de caducidad. Pero si está escondida es por algo; que por algo cuesta tanto encontrarla, y hay que dar mil vueltas al mismo envoltorio escrutando números. La esconden porque está mejor así.
Y claro que todo se acaba, pero muchos preferimos vivir mirando al cielo o al suelo, evitando ese incómodo horizonte en el que puede aparecer el fin de este camino.
Y todo esto es porque, aunque sepamos que las cosas se acaban, a veces tenemos que ignorar ese echo para poder seguir adelante, porque el fin no justifica los medios; que si lo hiciese todo sería un ¿para qué?.
Últimamente pesa más este límite entre el cielo y el suelo, este horizonte que solo es bueno cuando es un mar que se abrace con las nubes y nos de la sensación de ser estrellas frías o calientes, pero estrellas.
Una vez sacados del agua, bajados de los árboles, puestos los ojos al frente. ¿Cómo podremos olvidar que no somos criaturas celestiales? Si nos duelen tanto estas alas ¿quién se atreve a negar nuestro origen, a juzgar nuestros anhelos?
El frío es como la soledad, muerde mucho más fuerte cuanto más calor hace. Las heridas de frío son quemaduras también;
también dejan cicatriz.
Mañana queda muy lejos cuando sufrimos esta angustia de vivir, esta necesidad, este reloj de arena incrustado en el corazón.
Mañana será más tarde y mal aún si cabe.
Mañana yo ya no estaré, o no lo estarás tú. Porque soy experta de romper lo prohibido.
Y nunca lo he hecho, pero sé lo bien que se me daría desaparecer, si quisiera, igual que nunca vi una mariposa de la noche morir en la llama de una vela, o un par de libélulas prolongando su estirpe en forma de corazón.
Esta isla me deja la piel de la espalda erizada. Mi miembro fantasma son las alas, los labios ajenos, las mantas y el sol.
Mañana quizás sea demasiado tarde, quizás nuestro reloj tenga un fin prematuro, quizás de un golpe rompamos el cristal y se desparrame el tiempo. ¿A dónde van los minutos de los que (se) fueron?
Pero hoy ya es así de tarde, ¿qué horas son estas? Casi nos dan las dos.
¿Como algo tan vacío puede pesar tanto?
Lo(s) de fuera es como cuando llega la lluvia de verano, y tú arrancas el tejado para que se inunde la casa.
Se acabó. El odio me royó la razón,
con mi época estoy comprometido.
Y el amor se fue volando por el balcón
adonde no tuviera enemigos.
Y ahora estoy en guerra contra mi alrededor.
No me hace falta ningún motivo;
y es que soy maestro de la contradicción
y experto de romper lo prohibido.
Y por eso los chiquillos ya se acercan a mí,
que intento ser feliz.
Y desde entonces de esta cárcel no me dejan salir,
ni tengo adónde huir.
Voy a hacer un butrón,
que saque la cabeza fuera.
Sigo preso,
pero ahora el viento corre alrededor.
Por mis pecados, sigo preso.
Carne y hueso.
Si muere de hambre el mundo alrededor,
tú y yo, total, de carne y hueso.
Por dinero, los maderos, ¡ay!, van detrás de mí,
que intento ser feliz.
Y abocado, a los tejados, me he mudado a vivir,
por desobedecer,
por ver al Sol salir,
por sacar la cabeza fuera.
Sigo preso,
pero ahora el viento corre alrededor.
Por mis pecados, sigo preso.
Carne y hueso.
Si muere de hambre el mundo alrededor,
tú y yo, total, de carne y hueso.
Necesito saber.
Dime tu nombre,
de dónde sale el Sol
y de qué se esconde.
Si miro alrededor, no puedo comprender, me da pereza.
Si hay algún escalón pa' dar un tropezón, voy de cabeza.
Tú y yo en la habitación para que vuelva Amor: naturaleza.
Hay un televisor en medio del salón. No me interesa.
Vente a la sombra, amor, que yo te espero;
que tengo el corazón aquí con bien de hielo.
Vente a la sombra, vente, amor, que yo te espero;
que tengo ya el cerezo en flor dentro del cuerpo.
Se me cae la casa desde que se marchó.
Y ahora ya sólo espero el derribo,
y es que perdí la pista del eje del salón,
y estoy continuamente torcido.
Y ahora sólo pienso en ella
y no encuentro razones
cuando su recuerdo se me clava entre las cejas,
sueño con melones encima de la mesa.
Buscando mi destino,
viviendo en diferido,
sin ser, ni oír, ni dar.
Y a cobro revertido
quisiera hablar contigo,
y, así, sintonizar.
Sueño que empieza otra canción;
vivo en el eco de su voz, entretenido.
Sigo la estela de su olor,
que me susurra: vámonos, vente conmigo.
Hay un desierto, hay un vergel
lleno de flores de papel.
Pensaba
que sería frío el amanecer.
Te equivocabas otra vez:
Quemaba.
Llegó el verano y asoló la primavera,
y el sol asfixia en tu jardín,
y se le caen los pajaritos a la higuera,
que ya no cantan para mí.
Abrí los ojos para ver;
con el destino me encontré
de cara.
Lo tengo todo a medio hacer.
Me preguntaba si tal vez...
mañana.
Vente a la sombra, amor, que yo te espero;
que tengo el corazón aquí con bien de hielo.
Vente a la sombra, vente, amor, que yo te espero;
que tengo ya el cerezo en flor dentro del cuerpo.
Necesito saber.
Dime tu nombre,
de dónde sale el Sol
y de qué se esconde.
Si miro alrededor, no puedo comprender, me da pereza.
Si hay algún escalón pa' dar un tropezón, voy de cabeza.
Tú y yo en la habitación, para que vuelva Amor: chorros de lefa.
La buena educación de la televisión no me interesa.
¿Es amor la masturbación?
¿Es sexo besar?
¿Cómo me recordarás dentro de unos años?
¿Recibiré alguna carta tuya, un martes cualquiera, cuando mi vida se haya vuelto esa triste y monótona lluvia gris de finales de invierno?
¿Sueñas conmigo?
¿Te llegan los mensajes que grabo sobre tus labios con el fuego de mis ojos?
Tengo las piernas ardientes,
el corazón acelerado
y el pecho roto,
partido en dos.
Y por sus grietas se escapa este color, estos gemidos,
bufidos.
Se cuela la música dentro de mí,
los rayos de sol,
el viento,
las risas de aquellos que se fueron.
En mis ruinas habita la hiedra,
pernoctan los fantasmas
de quienes se fueron al mundo de los vivos.
Estas ruinas no le temen al fuego, ni al mar,
porque nada más que los despojos hacen su identidad;
y a más catástrofes
más recuerdan qué fueron,
quién.
Soy como esas moscas que arremeten contra el cristal una y otra y otra vez.
Ahora las entiendo, piensan que se doblegará, quieren sentir el cristal cerca, quieren penetrar en él.
Nunca he visto morir a ninguna mosca de arremeter contra un cristal, pero sé que lo hacen.
Quizás mueran de viejas golpeándose contra el cristal, o quizás mueran por las lesiones del mismo.
Da igual, mueren así, como vivieron.
Tenían todo el mundo para volar y se obsesionaron con ese cristal, inútil salida
A veces, en noches como hoy, con este tiempo tan cálido que deja esa sensación de frío, siento que todo mi mundo se desmorona, que todo va hacia abajo; a peor.
Es la puñalada durante el sexo.
La muerte dulce.
Música revelada bajo el agua.
Me explico mejor. Es como cuando estás tú, pequeño, flotando en un mar inmenso, una tarde de verano, con el sol cálido, luchando contra las lenguas del alma. Y de pronto sientes la belleza y la inmensidad sobrecogedora. Estás feliz y triste, inmensamente triste. Es un segundo, pero piensas que podrías morir en ese instante.
Es como cuando recuerdas a los que se fueron (para siempre jamás) y sientes una felicidad diminuta y profunda, y sientes en torno a ella una tranquilidad melancólica, la enorme calma de la certeza. Es ese sentimiento, esa felicidad que flota en medio del océano.
Hoy, saliendo a la noche, esta temperatura me ha calentado tanto el cuerpo, dejándolo tibio, que tenía ganas de correr. Sonreía, saltaba, apretaba los puños.
Coelho tiene razón. Toda la razón.
Hoy he sentido una felicidad cálida.
Una primavera colándose en las aberturas del cuerpo, en sus grietas.
He sentido una sonrisa,
la brisa.
Así quiero que sea mi vida.
Hace calor.
En la calle había tanta gente que he pensado en colgarme del brazo de alguien.
Meterme en un círculo de personas.
Y dejarme arrastrar.
Quizás acabar en otra vida, siendo otra persona;
y que un desconocido sea yo.
Como esas miradas cómplices en una librería saturada.
Las letras unen, las palabras unen.
el sol nos hace más humanos,
nos da la vida.
Hay que leer más. Y salir los días de sol.
Así se vive.
No es latir ni respirar lo que nos mantiene en pie.
No pienses, vas aprendiendo.
No te preocupes del futuro, quizás no existas mañana.
Hoy estoy sola, estoy aburrida, confundida y triste. Pero estoy. Es más de lo que pueden decir muchos.
A ti te digo, esta noche, que vales más de lo que crees;
que actúes, aunque tengas miedo de fallar y demostrar que no sirves para algo,
ensayo y error.
A ti te digo que te quieras más, que te cuides más a ti mismo
y no rompas tu entorno, porque, después de tu compañía, será lo más importante que tendrás.
A ti te digo que no te culpes, nunca. La gente viene y va. Y, cuando se va, no es culpa de nadie.
A ti te digo que vueles, quizás ya estás cansado, pero somos jóvenes aún; hasta que se nos deshagan las plumas y se nos fundan con la piel, hasta entonces debemos aletear.
A ti te digo que sientas, no que creas o quieras sentir. Cierra los ojos, respira, evoca.
A ti te digo que ames, y a ti que te arriesgues, que perdones, que olvides, que andes, que descanses.
Aún estamos aprendiendo. Da igual si caemos, si creemos, si pecamos.
Lo importante es hacerlo sabiendo que no estamos solos. Que nunca lo vamos a estar a partir de hoy, de aquí.
Aunque un viernes de madrugada se sienta así.
A ti, aunque pienses que nadie te escucha, que nadie te ve. Yo lo hago. Más aún, te siento.
No estamos nunca solos.
A pesar de este sentimiento que a veces nos invade;
no lo estamos.
Es importante recordarlo.
Si no me quito los zapatos
y no me envuelvo en una manta.
Si no tengo el pelo despeinado
y gafas,
y música.
No sé escribir.
Siento frío,
como cuando llevas mucho
(demasiado)
tiempo bajo el agua.
Estoy donde no debería estar,
he despertado cuando salía el tren.
Siento rabia.
Odio los finales.
Demasiado tiempo bajo el agua.
No quiero sentir.
No quiero más que esto,
estar siempre envuelta así,
sola,
en casa,
con música,
sin zapatos.
Es como si hubiese entrado en otro mundo,
en otra realidad.
En este mundo el sol se cuela por las ventanas
y hace frío.
Los trenes salen más tarde.
Nadie habla.
En este mundo tengo los mismos miedos que en el otro.
No es fácil cambiar las cosas.
No es fácil no caer.
Somos devorados,
avasallados.
Vivo en tu pecho,
en tu estómago.
No es fácil cambiar las cosas.
Doy patadas,
te produzco ese dolor
que crees del alma.
Es una indigestión.
He sido valiente para compensar mi naturaleza cobarde. No sé jugar.
He sido primavera para compensar los abriles que son octubres disfrazados. No sé brillar.
He partido y repartido mi corazón para compensar las grietas que abrí en pechos ajenos. compensar. recompensar. volver a compensar. A veces ni rerererecompensando compensamos.
Sí, más que odiar la gente se lamenta de mí. Soy patética, que para mí significa que causo pena, que causo risa, que me ven.
Todos tenemos ese olor, esa piel, esa canción, esa luz que son el nombre que le hemos puesto al dolor, para llamarlo cuando necesitemos querer morir, porque quizás hemos vivido demasiado, y demasiado pronto, y demasiado rápido.
No me gusto en el espejo.
Dicen que los ojos son el espejo del alma.
Mi alma tampoco se gusta en el espejo.
Soy un monstruo.
En silencio es como más cálido se llora.
Si lo pienso bien nunca he ayudado a nadie. Y he roto a mucha gente.
Una vez un ex me dedicó Turnedo, capté la indirecta, lloré. Pero no lo asumí, supongo que no lo creí.
Hoy quiero dejar esta vida, este cuerpo, desaparecer. Que me lloren o no, da igual, que le duela a quien se queda y no a mí.
En mitad de una calle de lunes, me siento en el suelo, lloro, escribo. Estoy haciendo tiempo por si alguien sale, corre a salvarme. Pero qué va, esas cosas solo pasan en las películas que se tragaron mi voluntad.
Soy plenamente consciente de mi cuerpo, gracias. Intento vivir con ello, sobrevivir. Intento no destruirme porque tendré que soportarme toda la vida, esta cara de hija de puta, este cuerpo deforme, estas piernas, estos pechos. Puedo, en un segundo, convertirme en un monstruo, pero tendré que sobrevivir, e ignorar que jamás podré quererme, porque soy consciente de mi cuerpo, más aún de lo que tus manos o tus ojos puedan llegar a sentir y a ver.
Me llevo a cuestas cada día, gracias por la información, pero ya lo sabía. Todo lo malo que tengas que decir. Dilo. Pero ya lo sabía, y lo ignoré, porque falta una gotita para que el agua se desborde, y yo caiga por el acantilado.
Sigo esperando, pero no va a venir nadie. Me siento una mierda. Siento que mi vida no merece la pena, que no sé más que herir y mentir. Me levanto y ando, ando literal y metafóricamente. No pinto nada aquí, ni aquí, ni allí ni en ninguna parte. Quien no es capaz de quererse a sí mismo no pinta nada ni en su propia alma. Y dejo atrás música, un vaso lleno, una mirada gacha, un silencio incómodo... La sensación de ser mala y de no pertenecer. Debería irme. Si fuese más valiente me borraría del mapa.
Lloro, gimo, no grito, porque mi garganta está cerrada. Gritaría. Gimo. Lloro.
Me siento sola y vacía. Y equivocada, tan equivocada que no puedo volver atrás, y sólo me queda la salida fácil o la salida correcta.
Me queman las mejillas de tanto llorar. No puedo con este peso, no puedo con esta culpa, no puedo con ese daño. No debí haber entrado nunca en vidas ajenas que no me necesitaban. No puedo seguir adelante. No puedo sobrevivir más noches como estas. Tengo un grito de auxilio en la garganta.
Todos tienen sus vidas, nadie me necesita en profundidad. Y si no lo hacen, yo no puedo necesitar a esa gente que tanta falta me hace...
Me siento sola, me siento triste, me siento abandonada, me siento estúpida, me siento rota... No se puede aspirar a más, soy el vivo retrato de la mierda, por dentro y por fuera.
Pura fachada que esconde un flan, una inseguridad, un corazón negro, una necesidad de agarrarse a algo tan fuerte que puede que, sin mi tabla, me pierda para siempre.
Hoy, si fuese por hoy, desaparecería. Porque sé qué es lo que está bien, que no tengo un sitio real, ni siquiera creo ser una persona real.
Yo también me duelo.
Pero el culpable no tiene derecho a perdón.
Aprieto la mandíbulas, quiero morir, que me explote la cabeza.
Soy suficientemente consciente de mi cuerpo, de mi alma, aunque me haga la loca; tan consciente que me duele respirar, que me cuesta salir de casa, fingir seguridad, fingir felicidad.
Y aquí estoy, congelándome en mitad de una cuesta, de una calle con el asfalto mojado, esperando que me vengan a buscar, porque al llegar a casa estaré perdida en mí misma, y esta noche no puedo salvarme, quizás ya no pueda hacerlo nunca más. Me rompo, me jodo, me odio. Me va a explotar el pecho, lo siento de veras, la garganta, la cabeza, todo me va a explotar. No puedo seguir.
Aprieto los dientes tan fuerte que espero que me explote la cabeza. No quiero morir, no quiero vivir. Ni una cosa ni la otra. Sólo quiero no volver a sentir esto, no volver a sentirme rota, jodida y solísima. No quiero seguir viviendo si es así.
Siento que no pertenezco a nadie ni a nada. Me siento sola. Nadie me quiere curar, nadie puede. Deberíamos arreglarnos nosotros mismos, pero en noches como hoy necesito un mecánico. Alguien que me guíe, que me mienta, que me prometa.
No puedo parar de llorar. He perdido. Me he perdido. A pesar de mis esfuerzos me siento sola, me siento vacía, me siento floja y fea. No puedo vivir si no puedo soportarme. No puedo vivir si me duele cada segundo de más.
No tengo nada más, nada especial, nada diferente. Sólo este vacío que todos llevamos dentro, que a mí hoy me ha ganado, me ha consumido, y me ha hecho llorar hasta hacerme daño en la cara. Todos estamos rotos. Por eso yo no tengo a nadie.
Si va a ser así toda la vida ya he tenido suficiente.
Mi cuerpo ya ha tenido suficiente.
Mi alma ya ha tenido suficiente.
No puedo seguir así.
Dicen que cuando alguien está enamorado de ti siempre se gira en las despedidas, cuando os separáis. Yo debo estar enamorada de la vida, porque a cada persona que se va la miro marchar hasta que desaparece de mi rango de visión.
Siempre me encuentro con espaldas, nucas, hombros... Si se girasen a mirarme a mí se encontrarían dos ojos queriendo tragarse el mundo, engullirlo, avasallarlo. Dos ojos enormes que echan raíces, que extienden las alas y esperan, con resignación, ver desaparecer sus nucas, sus espaldas, tras una esquina, tras el próximo horizonte.
Yo en mi espalda tengo árboles en flor, que no son despedidas, sino buenos días, entre sábanas. Porque la espalda solo debería darse para ser abrazada, un martes temprano, evitando la vida cotidiana, sin café, sin horarios.
Y es que las espaldas están echas para ser asaltadas, para un alto en el camino, girarse, sonreír; yo bebo por los ojos esas espaldas, espero ese giro, del destino, del camino, del individuo. Y nunca llega, la gente da la vuelta para mirar al frente, para alcanzar un futuro, una casa, una cama. Dormir.
Nadie se gira ya, y empiezo a pensar si alguna vez alguien lo hizo. A mí me gusta girarme, hace a la persona más palpable: cuando se va, sin mirar atrás, y tu ves sus espaldas alejarse... entonces esa persona es quien es cuando tu no estás, porque en ese momento has salido de su entorno, de su vida, y eres un peatón más que (se supone) se aleja sin mirar atrás... Hasta el próximo reencuentro.
Tal vez si las despedidas se hiciesen de cara, como los saludos, no podríamos separarnos nunca.
En noches como estas él gana.
Con su lengua venenosa,
con sus palabras emponzoñadas
mi corazón se colapsa,
se derrama
y comienzo a asfixiarme.
La armadura cae,
los muros se derrumban
y las alimañas toman mi palacio.
Ellas desgarran las cortinas,
yo desgarro mi garganta.
Arañan los cojines,
yo araño mis entrañas,
mis mejillas.
Muerden la madera,
yo muerdo mi lengua,
mi piel,
mi carne.
Puedo más que ellas,
siempre un paso por delante
para que, cuando me encuentren,
no hallen de mí más que cenizas
escapándose entre los dedos.
Habré muerto, sí,
pero él no podrá quemarme en la hoguera,
escuchar mis gritos.
Aún me queda eso
si me apuntan a la cabeza
con mi propia munición.
Al final él gana,
cumple su objetivo,
pero espero, con mi sacrificio,
que no quede satisfecho.
Tengo el pecho lleno de momentos guardados, a la espera.
A la zaga de esta primavera. Esta en concreto.
Cazo albores, cazo estrellas, cazo árboles en flor.
Tengo el corazón sobre la palma de la mano,
palpita, habla, señala direcciones,
no es un corazón adiestrado
(ya no)
y es altivo, es activo;
y no permite que se le guarde en un puño,
en un pecho:
ha de ir en la mano, sobre su palma extendida.
Hoy, mejor morir en pie,
mejor morir luchando.
Los pastores de lobos temen a la luna,
destrozan, devoran.
Los dragones no le temen a nada,
destrozan, devoran.
Nietzsche teme, es humano,
pero aún así
destroza, devora
Reconstruye.
Reconstruir es mejor que construir, porque no se empieza de cero, se sabe qué no se quiere, se tienen las cenizas como cicatrices de lo que no volveremos a construir. Cuanto más reconstruyes, cuantos más muros derribas, mejor arquitecto, obrero y habitante te vuelves.
Por eso hay que leer,
y romper,
y creer,
y crecer,
y crear,
y cargar (contra).
Escalar muros,
derribar muros,
construir veredas
y dejarlas sin vallar.
Se levanta y el hueco que deja en la cama es ocupado sin demora por una ráfaga de viento, de frío.
Ella le toma de la mano. No es amor, no es pasión, no es más que humanidad. No hay luna. Tiene miedo.
- No me dejes esta noche -dice.
Él observa el vacío que ha dejado, donde ahora se ha instalado una nada sensual. Duda.
No es amor, no es pasión, no es más que humanidad. Encontrarse en mitad de la oscuridad. No hay luna. Tienen miedo. Quieren abrazarse hasta que pase la noche.
Uno ve una luz, piensa que es el sol; confunde los ojos de un gato con el Astro rey. El otro ve una luz, piensa que es la aurora; confunde una vela con el alba. Es comprensible.
Se cogen de la mano para encontrarse a sí mismos. El otro ya está ganado, es fácil conquistar montañas: sólo hay que escalarlas. Uno no puede escalarse a sí mismo; eso es más difícil.
Se dan calor, se dan esperanzas, se dan vida. No es más que humanidad.
Porque en el fondo, tras el amor, la pasión, el miedo, la esperanza... no queda más que una humanidad que nos hace no querer estar solos (las noches sin luna). Necesitar el calor de otro, la cima ajena.
No es egoísmo, no es maldad. Nos hace felices, nos consuela, va más allá.
Trasciende, porque antes de amar, antes de ser pasionales o cobardes, fuimos humanos.
Y después se hizo la luz.
Vino todo lo demás.
Por eso hay que recordar el origen: calor y luz.
Nos hemos encontrado, nos hemos chocado, nos hemos mezclado y nos hemos perdido.
¿Quién es quién? ¿Quién va hacia dónde? ¿Quién ama a quién? ¿Quién odia a quién? ¿Quién hace qué? ¿Qué hace a quién?
Si no nos cogemos de las manos, nos perderemos con nuestras identidades mezcladas.
Cógeme de la mano.
¿Quién tiene miedo?
Sujétala fuerte. O nos desharemos, andando hacia atrás.
Nos desvaneceremos, diluiremos.
Soltémonos. Saltémonos.
Trascendamos, trasnochemos.
Vete tú solo.
Y tú, y tú.
Idos todos. Y volved.
Hagamos este puzzle entre todos, con las mentiras de todos; con las verdades de todos.
Traedme respuestas y preguntas.
Os daré las mías.
Hagámonos de nuevo.
Coge mi mano. No la sueltes, que este día no nado, y si me sueltas me traga el mar.