En noches como estas él gana.
Con su lengua venenosa,
con sus palabras emponzoñadas
mi corazón se colapsa,
se derrama
y comienzo a asfixiarme.
La armadura cae,
los muros se derrumban
y las alimañas toman mi palacio.
Ellas desgarran las cortinas,
yo desgarro mi garganta.
Arañan los cojines,
yo araño mis entrañas,
mis mejillas.
Muerden la madera,
yo muerdo mi lengua,
mi piel,
mi carne.
Puedo más que ellas,
siempre un paso por delante
para que, cuando me encuentren,
no hallen de mí más que cenizas
escapándose entre los dedos.
Habré muerto, sí,
pero él no podrá quemarme en la hoguera,
escuchar mis gritos.
Aún me queda eso
si me apuntan a la cabeza
con mi propia munición.
Al final él gana,
cumple su objetivo,
pero espero, con mi sacrificio,
que no quede satisfecho.
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