Y claro que todo se acaba, pero muchos preferimos vivir mirando al cielo o al suelo, evitando ese incómodo horizonte en el que puede aparecer el fin de este camino.
Y todo esto es porque, aunque sepamos que las cosas se acaban, a veces tenemos que ignorar ese echo para poder seguir adelante, porque el fin no justifica los medios; que si lo hiciese todo sería un ¿para qué?.
Últimamente pesa más este límite entre el cielo y el suelo, este horizonte que solo es bueno cuando es un mar que se abrace con las nubes y nos de la sensación de ser estrellas frías o calientes, pero estrellas.
Una vez sacados del agua, bajados de los árboles, puestos los ojos al frente. ¿Cómo podremos olvidar que no somos criaturas celestiales? Si nos duelen tanto estas alas ¿quién se atreve a negar nuestro origen, a juzgar nuestros anhelos?
El frío es como la soledad, muerde mucho más fuerte cuanto más calor hace. Las heridas de frío son quemaduras también;
también dejan cicatriz.
1 comentario:
Hermoso pensamiento, nada es para siempre...
Pues el "siempre" termina en los recuerdo que desearon un "POR SIEMPRE"
Un abrazo Libelula
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