Se levanta y el hueco que deja en la cama es ocupado sin demora por una ráfaga de viento, de frío.
Ella le toma de la mano. No es amor, no es pasión, no es más que humanidad. No hay luna. Tiene miedo.
- No me dejes esta noche -dice.
Él observa el vacío que ha dejado, donde ahora se ha instalado una nada sensual. Duda.
No es amor, no es pasión, no es más que humanidad. Encontrarse en mitad de la oscuridad. No hay luna. Tienen miedo. Quieren abrazarse hasta que pase la noche.
Uno ve una luz, piensa que es el sol; confunde los ojos de un gato con el Astro rey. El otro ve una luz, piensa que es la aurora; confunde una vela con el alba. Es comprensible.
Se cogen de la mano para encontrarse a sí mismos. El otro ya está ganado, es fácil conquistar montañas: sólo hay que escalarlas. Uno no puede escalarse a sí mismo; eso es más difícil.
Se dan calor, se dan esperanzas, se dan vida. No es más que humanidad.
Porque en el fondo, tras el amor, la pasión, el miedo, la esperanza... no queda más que una humanidad que nos hace no querer estar solos (las noches sin luna). Necesitar el calor de otro, la cima ajena.
No es egoísmo, no es maldad. Nos hace felices, nos consuela, va más allá.
Trasciende, porque antes de amar, antes de ser pasionales o cobardes, fuimos humanos.
Y después se hizo la luz.
Vino todo lo demás.
Por eso hay que recordar el origen: calor y luz.
1 comentario:
Woow, hermoso.
No quiero arruinar esta entrada tan bonita, con mis torpes palabras.
;)
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