sábado, 30 de noviembre de 2013

El enemigo

La vida pasaba y se llevaba prendido al pelo esta sucesión de días.
Cómo se fue el verano y nos dolió el otoño.
Dejaba estas tardes de poca luz antes del dorado de la navidad,
y todas mis malas caras,
como si nos hubiesen robado el sol.
Veía la luz dorada en la ventana del edificio de enfrente.
Se hacía de noche. Y yo no tenía más,
que la imperiosa necesidad de esconderme,
y que me encontrasen.

Y supongo que, mientras tanto, fui yo
quien encontró algún descosido en el que hurgar,
y tirar del hilo.

Tenía una cama enorme, donde entrábamos los dos
y todos mis errores.

Supongo que mis pirotecnias eran el resultado de esta forma de querer, tan "después de tanto tiempo", que me hacía sentir fuera de lugar. Todo aquello de que esto no es para mí.

Supongo que también es que nunca acepté bien la vida y sus cosas. Y que si me dejaban opinar siempre acababa hiriendo con la boca.

Y ahora

no tengo más que el sabor de las cenizas.
Y su recuerdo.
Cada noche viene un ángel
a llevarme. Y yo no sé que hacer,
si no es fingir que estoy dormida.
"Vuelva usted otro día"

Resumiendo, supongo que mi locura en carne viva
y toda esa mierda de apariencia me hacían atractiva,
de la manera que es atractivo un cuadro del mar,
o la fotografía de un invierno.
Luego, en la realidad,
quedaban los naufragios y desiertos. Quedaba yo,
llorando descontrolada,
con garras,
sin alas.

Quedaban los alientos
en la noche,
heridos,
dolidos.

Quedaba el frío
de ser el (propio) enemigo.




Y luego, estabas tú,
y cuando me abrazabas,
solo éramos eso:
tú y yo.





viernes, 29 de noviembre de 2013

Ever after



I know this room, I've walked this floor
I used to live alone before I knew you.
I've seen your flag on the marble arch
Love is not a victory march
It's a cold and it's a broken Hallelujah.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

our home

En esta cama,
como una balsa en mitad del océano,
naufragamos
y nos salvamos.

Entre estos muros,
del color del campo abierto,
nos gritamos
y también fuimos uno.

Sobre ese pasado,
lleno de recuerdos como espinas,
contruimos
y fue algo bueno.


Hemos cruzado noches frías,
hemos pisado las baldosas,
pasada ya la madrugada,
en alguna misión suicida.

Hemos errado, para ver si los cristales
de nuestra derrota, podían cortarnos.
Y esa es la historia de cómo sangramos,
de las cicatrices que arrastramos.


Bajo este cielo, oscuro,
nos hemos despedido sin tocarnos,
y nos hemos besado.
Ya da igual.

Ya no habrá más mundo dual.
Ni más heridas que no sean las antiguas,
ni más camas frías.
Ya no habrá más que esto.

Días de cama y sonrisa,
días de vivir sin prisa.
Más que la casa extraña
de vernos tan juntos,
felices.


mi casa está donde estás tú,
los mismos ojos, la misma luz.

martes, 26 de noviembre de 2013

Son of the sea

No volveré a llamar al mar de otra forma
que no sea con tu nombre.
Que llevas la sal enredada en el pelo,
el color de su verano en los ojos
y en la voz, el sonido de las olas
cuando se abraza a las rocas. 

lunes, 25 de noviembre de 2013

you raise me up

Que quizás estuvimos perdidos en el camino de la vida,
y quizás no vayamos a encontrar ya nunca aquel camino.
De los domingos que nos quedan,
probablemente nos sigan doliendo todos.
Son días de fantasmas y tardes largas.

Pero cuando escondo mi cara entre las sábanas,
van tus manos a buscarme.
A sacarme de los escombros de mis recuerdos,
a sonreírme con tus ojos que tienen esa luz
del cielo cuando se hace de día.

Que somos lo que somos,
con los jirones del pasado y las alas ajadas.
Que somos esa espalda que no vemos,
y el otro sí. Y es ahí donde nos ama.
Eres esa sonrisa que me rescata de mi infierno.

Y puede que viviese apartada del camino,
con las manos a la espalda y una historia inventada.
Y puede que siempre haya hecho de lo mío, un desastre.
Pero llegaste tú, con tu forma de mirar(me)
y yo no pude más que quedarme (prendida).

Llegaste tú, con esa cama tan estrecha,
a curarme las heridas, las grietas,
y yo a llorar sobre tu cielo nocturno
y tus noches en vela. A vivir para siempre
deudora de esa forma de abrazar, y salvar.



Yo te quiero por los dos,
hasta que te pueda demostrar
qué veo cuando te miro
y vuelvo a tener fe,
a no morir de frío,
a creer en algún
dios.


miércoles, 20 de noviembre de 2013

Wolf

Me gusta esa forma que tienes de cantar,
de besar el micrófono.
Me gusta esa forma que tienes de reír,
cuando ríes de verdad,
desde dentro del pecho.
Me gusta cómo sales en las fotografías,
cómo pareces feliz o cómo pareces abatido;
me gustaría haber estado ahí,
ser parte de todo.
Me gusta cuando duermes
y me coges de la mano.
Me gusta cuando estamos enfadados
y me escribes.
Cuando me escribes y es para decirme
que me quieres.
Me gusta tu voz,
y me gustan tus manos.
Me gusta dormir contigo
y tenerte si me despierto de una pesadilla.
Me gusta cuando te veo y veo el niño,
y me gusta cuando te veo, alto,
y me siento protegida.
Me gusta esa cara que pones
cuando recibes un regalo
y no sabes qué responder.
Me gusta tu forma de mirar,
de besar.
Me gusta mi vida contigo,
mis tardes, mis domingos.
Me gusta que me conozcas,
y que sepas cuándo las cosas van mal.
Me gusta que seas bueno,
aunque tú no lo sepas.
Y abrazarte,
y pensar que quizás te proteja
de algún monstruo invisible.
Me gusta que no necesites,
porque si doy o me das
es por querer.
Me gusta cuando me abrazas
y dejo de llorar.
Me gustan tus historias,
me hacen feliz;
aunque a veces haya tenido miedo
de que el pasado nos pisase los talones.
Me gusta esta forma que tienes de querer,
y ese miedo que tenías de herir.
Me gusta porque te hace a ti,
porque todo eres tú.
Me gusta porque has sido tú todo este tiempo,
detrás de cada historia que parecía irreal,
tú.
Me gusta porque cuando pienso en todo esto,
en lo que tengo,
tengo ganas de llorar,
de volverme creyente
y agradecérselo al cielo.
Me gusta porque me hace feliz,
porque me siento viva
(gracias a ti).
Me gustas. Mucho.



martes, 19 de noviembre de 2013

historias

No podría decir cuándo empezó esto, igual que no creo que nunca vayamos a poder decir cuándo acabará.
De los que éramos al principio apenas queda una sombra, y sin embargo ahí están, esas versiones de nosotros mismos heridas, que se lamieron las astillas de lo que les quedaba de corazón.
Que con la cabeza fría somos nuevos, pero seguimos siendo los que fuimos, con la cara limpia y los ojos claros.
Porque es una forma bella de seguir adelante, de levantarse del suelo y que la perspectiva cambie, aunque sigamos en el mismo cuerpo que antes moría ahogado en las profundidades de su infierno; en aquella habitación cerrada a cal y canto.

Supongo que fue dejar de buscar para encontrar. Que no logré entrar en la fortaleza más que salir de ella. Pero estaba tomando el camino incorrecto. No se puede llevar la luz en las manos, que se escapa entre los dedos; así que bajo el sol y sobre el mar del norte de verano, hice agujeros, como estrellas en tu tejado.
Y tú a cambio hiciste agujeros, para respirar, en mi pecho.

Sigo reconociéndonos en los dos idiotas que se hacían daño, cada uno a sí mismo, para ver si morían antes que volver a sentir el aliento del otro, por si le insuflaba la vida.
Los idiotas que se perdían las noches de fiesta, para encontrarse en la oscuridad; y se perdían en la oscuridad para reencontrarse como extraños.

Seguimos con las alas rasgadas y las vestiduras rotas.
Seguimos llenos de cicatrices que hacen que nos duelan los espejos.
Seguimos en aquella batalla estúpida con quienes nos quisieron como se quiere a un muñeco.

Pero entre sábanas de camas que vieron tantas cosas, enredé los dedos en tu pelo, y te sujeté por la noche mientras dormías; porque me estaba sujetando a mí, porque se me llenaba el pecho de ganas de llorar cada vez que sentía este calor.

Así que miro atrás, y luego te miro a los ojos. Y somos las mismas personas que no se atrevieron, pero en el tiempo en el que sí lo hicieron. Somos el paso que no dimos. El camino que no cogimos.
Es difícil de explicar. Supongo que quiero decir que siempre hemos sido esto, siempre he sentido esto. Que fueron las circunstancias que nosotros levantamos, como muros cuando debimos ser puentes, las que nos dejaron ciegos. Y fue nuestra voz, que alzamos, como luces en la noche, las que hicieron que no necesitásemos ver nunca más.
O fue un viaje en autobús, en el que nos abrazamos y yo pensé que no se trataba de ganar o perder, de salir ileso o morir, se trataba de lo que quería, que era eso, fuese con lágrimas o con alas, con gritos o sonrisas, eso.
Y me hice un pacto aquel día, prometiendo que ya no le tenía miedo a nada, porque había asumido la vida; que era eso lo que quería, aunque no tuviese garantías más allá de un pasado en el que nadie habló claro.


Porque tuve luz en las heridas, y besos en la oscuridad. Y tengo calma en el pecho y un domador en el dolor. Tengo la protección y la espada o el escudo, según la batalla.
Tengo un nombre, una cara, una voz. Tengo un corazón, y está partido en dos, para dar una mitad.
Tengo el lobo y el hombre, y los amo a los dos.





Oración de primavera

Supongo que nos (re)encontramos en el camino. Después de tantos viajes en los que nos íbamos perdiendo poco a poco, como quien se deja el equipaje en el tren, y sus calcetines, sus gafas y su pijama visitan ciudades en las que nunca has besado.
Y un día, perdida en un andén de mi vida, me partí en dos, para hacer sitio bajo las sábanas, y de paso dejar caer al suelo todos los escudos templados a golpe de realidad frente a las novelas de las que me enamoré.

Segura de que estuvimos mirándonos las espaldas años atrás, sin oír nuestros latidos por la música tan alta que a mí se me hacía el pecho pequeño, te he visto durante un año siempre a lo lejos, siempre pequeño. Del tamaño de esos personajes de cuento, donde el amor a primera vista y los flechazos entraban en cuatro palabras de madrugada; y no salían más que con sangre, que es la mala costumbre que tiene la letra. 

Nos chocamos mientras andábamos buscándonos, y salimos corriendo. Porque yo me había adoctrinado durante años, aprendiendo a fuego que no podía enamorarme solo del contacto piel con piel. Y ahora estaba ardiendo, quemando todo cuanto tocaba en mi mundo de papel. 

Desde entonces vivo fuera de la ley, bajo un techo y unas normas que me dan estos días tan de paz, en los que pienso que ya he llegado a donde quiera que me estuviese dirigiendo antes de empezar a hacerme daño y perder la orientación. 


Dicen que no existe el amor a primera vista, que es cosa de películas. Pero eso es porque tú no les has mirado amaneciendo una primavera, dándoles la vida, como si les viesen por primera vez.

Y entiende entonces todo esto, que yo nunca pensé que pudieses existir.





domingo, 17 de noviembre de 2013

derroteros

Y se hizo de día, y aún no habíamos dormido.
Y tampoco habíamos visto aquella película que siempre quedaría colgando de nuestros planes.
Y me abrazó y yo ya supe que quería eso para siempre,
y que tardaría una eternidad en admitirlo.

Me besó en la frente y yo temblaba.
Quizás porque ya sabía que tendríamos que caer cien veces antes de levantarnos.

Tenía los ojos verdes y se le desprotegió la puerta a su alma.
Y su alma no era verde, si no de ese color del agua cuando le da el sol.
Y así sigue, a día de hoy.

Con cada día nublado, cada arañazo en la armadura, cada piedra del muro,
le miro a los ojos.
A veces las puertas están cerradas, pero aprendí a llamar y a esperar.
Busco ese color brillante, me aseguro de que siga vivo.
Entonces todo está bien.

Porque se hizo de día y aún no habíamos dormido.
Y a veces todos los planes acaban por los suelos
y no precisamente junto a nuestra ropa.
Es así la vida del guerrero.
Y así quiero que sea mi vida,
buscando siempre un color que me diga que todo sigue
como cuando el sol nos tocó,
y yo temblaba
y tenía ganas de llorar.
Y supe que querría esto siempre.





martes, 12 de noviembre de 2013

we are not your kind of people




Tengo un motivo. Y es como una bombilla en medio de una habitación oscura.
Es como una manta en invierno. 
Es como ser salvada, lo más parecido a encontrar la paz. 
Es un campo de batalla para que no acaben las historias que contar. 
Es una coraza para vivir un día más. 

Tengo un motivo. 
Y es la mano amiga en el precipicio. 
Es la persona que no voy a abandonar.
Es la persona por la que ponemos el escudo, el corazón y las cartas
sobre la mesa. 
Y la ropa en el suelo.

Tengo un motivo para no ser otro tipo de persona
nunca más.
Tengo un motivo para vivir a este lado del muro,
campo a través.
Tengo un motivo para ser.




lunes, 11 de noviembre de 2013

Rest

Se trataba de encontrar la paz,
de tener estas blancas mañanas de noviembre
y el frío de cuando aún no queremos
estar preparados para invierno
y sus distancias dolorosas.

Se trataba de enfadarse para reencontrarse,
de esas risas en horizontal,
de esos planes derrocados que se basaban en no hacer nada
más que la inercia de estar,
juntos.

Desde un primer momento no fue más que esto,
sin insignias ni medallas,
sin castigos ni cargas,
un día a día, como una pelea entre sábanas,
con besos en el cuello y tocar con los pies
el cielo.

Palabras en la pared, en los anillos, en la piel.
Palabras para intentar ponerle nombre a esto,
tan grande que lo engulle, nos engulle
y todo lo que devora lo hace pequeño.
Por eso parece que a veces se nos queda pequeño el pecho
para tanto latido.

Se trataba de encontrar el hogar,
el sitio en la persona que nos hace sentir
que de pronto algo importa, algo es suficiente
para seguir,
luchar.
El hogar, la paz, esa persona que nos da un motivo
para llevar dentro esa sensación, que quizá sea felicidad,
de tener un sitio donde descansar.





sábado, 9 de noviembre de 2013

Los propios dioses

Vivía en un camino deshecho, como mis camas, siempre.
Buscaba, a golpe de reproche y patadas, esa mirada de "me quedo".
Ser querida resistiéndome, rebelándome. Matando a mis propios dioses.
Rindiendo pleitesía a la voz fría y oscura del miedo.
Trataba de estarme quieta y me ponía a temblar.
Quería acercarme y huía.
Intentaba querer,
y hería. 

Las riendas de la vida
nunca fueron algo fácil de llevar
para mí.
En las entresábanas de susurros yo gritaba o lloraba.
En los momentos de paz yo siempre tenía sangre para lo blanco.

Y es así, inexorable,
como cuando el agua se lleva en su remolino
un recuerdo por el desagüe.
Así veo correr entre mis dedos,
esto.
Aprieto los puños.

Vivía entre el cielo y la tierra, en ese limbo
en el que duermes y esperas que pase
la vida,
la de otros, no la tuya. 
Derribé, a patadas, las nubes grises que fueron mi prisión,
destruí horizontes.

Y ya de nuevo, en las puertas del presente,
pedía con orgullo lo que era necesidad,
fingía, mal, que no me dolía,
lo que no debería de dolerme.
Rompía el protocolo de quererse,
pisoteando mis propias palabras,
hiriendo mi pecho,
y el ajeno. 

Una a una, deshojé mis alas,
con preguntas para las que no quería una respuesta.

La vida golpea hasta dejar sin aire,
nuestros errores cortan como cristales,
espejos en los que se refleja la sangre.

y sin embargo
seguimos latiendo,
perdidos por nuestros derroteros,
deshaciendo camas, devastando los reproches,
esquivando las patadas,
o encajándolas el hueco del hombro.

Despedí mis antiguos anhelos y miedos,
para crear unos nuevos
que señalasen hacia delante:
ser mejor
en vez de buscar una excusa
para no vivir nunca más.




Reconstruí los propios dioses,
y les di un nombre en mi pecho.


miércoles, 6 de noviembre de 2013

take us back

Guerrera abatida, 
doncella del escudo caído,
del espejo roto.

Las cicatrices del pasado
en la penumbra de los senderos 
de otoños sucesivos.

Asesina nata,
derrotada en espinas
y desvelada en su conciencia.

Teme a su reflejo
y el agua se le antoja 
el cielo en la tierra. 

Cierra los ojos
y le pesa el cuerpo
o los gruñidos de su mente.

No le sale el teatro de la vida
en días de mañanas blancas
y sábanas frías.

No le sale no llorar
cuando se hace una herida
que sabe que no se irá.

Guerrera abatida,
por su propia espada
sin honor, a traición.

A veces tocando el cielo
y a veces encerrada en su propio infierno.
A veces me pierdo.

Y para encontrarme 
he de atravesar el laberinto de espejos
y recuerdos.

A veces me pierdo.

A veces no me quiero.
O quiero devorarme.

Y para volver
debo dejarme caer,
pender en el abismo.

Lo que duelen las entrañas
de no alcanzarse a uno mismo
es lo que rompe su coartada.

Por no conquistar,
no puede ni conquistar su reino
y vive vasalla del monstruo que es.

Que son los otoños,
inviernos,
en que no se deja ser.

De esta manera,
tan cruel
para con ella, para con quien la quiera.

A veces me pierdo

y para volver
tengo que vencer.


sábado, 2 de noviembre de 2013

Spades

Eres mi última carta, y no a la desesperada.
Sino mi carta de la suerte.
Mi mejor tirada;
con la que cerraré el juego,
que después de esta mano no quiero más partidas.

Hablamos de alcanzar el as de picas,
pero tu nombre es otro número,
y ni te imaginas
que siempre andas
dos escalones más arriba.

Tú no lo sabes,
pero yo ya armé un ejército de espadas,
hace años,
cuando no existía siquiera la sombra
de tus espaldas
y estaba yo sola
en un sueño coronada.

Y ahora, con cartas ausentes,
descubro que completé la baraja,
sin importar las faltas,
las carencias,
sin importar las reinas.
Solo necesitaba
una pareja.

Dos cartas,
mi última mano.
Vale más que unas cartas
que arrojar sobre la mesa.
Mucho más que la suma
y la ecuación de sus valores,
unidos,
no por separado.

Dos cartas,
la baraja de picas,
perdida y encontrada.
Nos miro,
ya no es un juego,
no hay apuestas sobre la mesa
que ganar
de puertas afuera.

Me levanto,
guardo las cartas.
Me retiro de las batallas absurdas
que me encerraron
entre mis propios muros.

Ya no volveré a estar sola,
no si guardo mi última carta,
para siempre,
y no la apuesto
sin poner mi vida sobre el tablero.

Porque eres mi última carta,
dos pasos más alante
de lo que indica tu nombre de guerrero,
como todo lo que tú crees
respecto a ti;
que yo te veo como eres
y tú siempre dos veces más atrás.

Mi carta de la suerte,
no quiero continuar la partida sin ella.




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