lunes, 16 de junio de 2008

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Su voz avanzaba, lentamente, abriéndose paso ente la espesa niebla.
Y a tientas buscaba el color de sus ojos, o aquel destello en la mirada que trataba de decir: "Quédate un poco más".

Ella murió de frío sobre las vías, ya abandonadas.
Porque, tras recorrer kilómetro siguiendo el arrullo de un "te quiero" que lo le pertenecía, se olvidó de cómo era vivir y cuán sola estaba antes de comenzar el viaje.

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El cadáver de una descolorida mariposa de papel.
El sonido de un cristal antes de morir, en ese último impacto contra el suelo.
La histérica danza de una polilla en torno a la vela que aún guarda tu último aliento.
La sangre que mana de los cortes producidos por el espejo, cuando por fin golpeó a la extraña que se reía de ella, al otro lado.

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Camino a casa entre la línea que marca el comienzo de ambos barrios.
Condenada a vivir eternamente en el distrito insípido.

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Era más fácil si podía culparte a ti.

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es que... simplemente, nunca es suficiente.
Nunca lo soy.
Suficientemente buena...