martes, 24 de junio de 2008
Caminos
Voy guardando en las rendijas del suelo retazos de mí.
Ése viejo, de madera, que crujía y se quejaba por todo: por el calor, por mi peso y por tu ausencia.
Barro, antes del amanecer, todas las pestañas muertas del asfalto.
Y las piedras tiemblan cuando un trémulo rayo de sol las acaricia con la yema de los dedos.
Sentir las frías baldosas del cuarto de baño conspirando.
Buscando la forma de unirse e invadir la moqueta del salón, llevando el invierno hasta el sofá.
La arena reptando bajo el cielo, azul, de un azul abrasador.
La tierra, respirando, viva. Retorciéndose en sí misma, y gimiendo de esa forma inaudible.
Los charcos, convenciéndome, muy bajito, de que ellos también son suelo por explorar.
Que sus aguas no me engullirán.
Y las líneas de la carretera, guiando los pasos a sólo dios sabe dónde.
En su muda compañía de farolas encendidas y señales discordantes.
Etiquetas en frascos de veneno:
De cuando la libélula observa su rostro en las aguas,
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1 comentario:
lo malo d escoger un camino para saber que hay al final, es que luego te pasas todo el viaje pensando que habría pasado si hubieses cogido el que torcia al otro lado
bonito texto ^^
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