sábado, 28 de junio de 2008

someTIMES

Antes de un nuevo amanecer se oxidaron todas las llaves de la casa. En un suspiro cayó al suelo el papel de pared. La luz polvorienta atravesó la madera podrida, quemando en los ojos de las polillas.
Las sombras comenzaron a reptar, lentamente, retirándose al interior de los armarios y bajo las camas de cabeceras de hierro forjado, retorcido, agonizante.

El viento murió al arremeter contra las flores de madera, que pinté de mil colores inventados, para no llorar con la llegada del invierno. Y la llama de la vela tiembla, aterrada, cuando escucha la lluvia caer sobre los cristales, amenazando con una mirada.
El eco bosteza sentado en el séptimo escalón de la escalera que lleva a aquel pasillo sin puertas en el que debí dibujar ventanas y algo menos de tristeza.

Es temprano, tanto que aún casi ni es de noche, tanto que parece que no haya sol ni luna. Es crepúsculo tiñendo los cristales, jugando a arrancar sonrisas de las tablas sueltas de la valla, que aún duerme esperando el beso de un príncipe de espino. Se escucha el crepitar de las olas, y cada segundo de arena que se filtra del gélido cristal clava sus dientes sobre la piedra de la chimenea.

Cruza un ángel de mármol, y sus pies descalzos no tocan el suelo. La palidez de su mentira no se refleja en ésos espejos tan llenos de polvo. Y tras su paso, silencio. La penumbra se apaga poco a poco, ensombreciendo las sombras, siempre un poco más oscuro, incluso cuando ya no se puede vislumbrar nada, ni la negrura en sí. No se digna a salir la luna, y las estrellas miran hacia otro lado.

A veces llueve, y no hay agua.
A veces... y hay veces que nunca se dignan a asomar sus narices por ciertos buzones vacíos.

***

No llores más por escuchar ésas palabras deshaciéndose en la boca de quien no es.

No hay comentarios: