viernes, 22 de agosto de 2008

El dolor del siglo XXI

La pantalla del ordenador parapadeaba de forma histérica ante mis ojos, projectando haces de esa luz eléctrica que sume el gris del metal en un incendio de destellos azules. El monitor mostraba un rostro de media osnrisa, mirando hacia la cámara.
Así eran los recuerdos del siglo XXI, así las fotografías. Y así eran tus recuerdos: más de la red que míos; más de nadie y de todos. Pero jamás tuyos.
Una a una, por última vez, las lágrimas se suicidaron navegando en una mirada, que como todas las demás, no iba dirigida a mí. Ni tus pensamientos, ni tus palabras. Nada.
La sala, entre espasmo y espasmo del fluorescente que pendía del techo, se inundaba de sombras que me envolvían en su capullo, como una armadura de oscuridad.
No había nada que proteger, nadie a quien añorar, ni siquiera una bolsita de esas que guardan odio.
Así eran las ausencias del siglo XXI, de esas gris metálico. De las peores del mundo.
En una sala, demasiado grande para un solo ordenador, demasiado fría para una sola persona, demasiado oscura para unos ojos cansados. Y el tacto del metal, supliendo tu piel, y el ruido constante del ventilador, en lugar de tu voz, cubriendo mis sollozos.
Así es el dolor del siglo XXI, ése que se siente dentro, cuando fuera llueve, y cala hondo con cada tic-tic del agua golpeando el cristal, mientras observo tu imagen ausente desde la pantalla.








***
Hay cosas imperdonables...
- Haré una lista de cosas por las que disculparse, y tú fingirás ser sincero.

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