sábado, 30 de agosto de 2008

Gold

Amanece, que no es poco.
Llueve, y siempre demasiado, o demasiado poco. Nunca en su justa medida, porque algunos se ahogan, y a otros siempre les falta agua para limpiar sus pecados.
Llueve, y amanece. Un día más. Y la lluvia cae tintada de dorado, de ése color cuando el cielo clarea, pero en escala de grises, que siempre era más barato.
Porque prefiero acuarelas a óleos. Para poder pintar con lágrimas, pero nunca las mías. Para borrar los detalles y ocultarlos tras ésa manta de rocío que volvía las briznas de hierba multicolores, y las copas de los árboles cascadas en miniatura.
Comiendo sólo el chocolate de las galletas, para taponar las lágrimas a golpe de azúcares y telenovelas, que llenen el corazón poco a poco.
Para no llorar.
Para no llorar.

Y... a poder ser, nunca más.







La liberación de las endorfinas.
Y no, no es amor.












- Porque, al final resulta que un tío sólo busca no estar solo...
- Y que esperaba[mo]s?

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