martes, 15 de octubre de 2013

Páramos

Tiene la luz
de otoño
polvo en sus rincones
en sus haces irónicos
que no hacen más que congelar
pero en tonos de oro.

Tiene el mar
del norte
gritos en sus olas,
en sus crestas de espuma
fantasmas y reproches
ausencias de aguas
oscuras.

¿Cuándo llegamos tan lejos
que al girar la cabeza
el mundo se había perdido?

Nos quedamos anocheciendo
en el páramo,
con el viento enfriando nuestra piel
húmeda de la sangre ajena;
y los espíritus de nuestros crímenes
prendidos al pelo,
riendo.

Por correr y mirar al cielo
derrumbamos civilizaciones
desde sus cimientos.
Muros de otra vida,
muros de la nuestra.
Perdidos antes que perdiendo,
por no ver la herida propia
creyendo que toda esta sangre
es contraria;
jurando que somos guerreros
asesinos,
peligrosos monstruos.

Que herimos,
y siempre es a nosotros mismos.







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