miércoles, 23 de octubre de 2013

Piel de humo

A veces dormir por vivir menos tiempo es el indicador
de que estoy atrapada
en los últimos estertores
del pecho de la bestia salvaje
que me devoró.

Yo siempre he sido la abuelita
fácil de avasallar.
De esas que hacen galletas a las tres de la madrugada
por no tener que afrontar
que no hay cura
pera el hambre del pecho.

Que a mi edad
un Octubre es un naufragio.

Esto es como eso de cerrar los ojos
en las películas de miedo.
Que siempre los abres en el peor momento.

Y yo siempre despierto
para ver al monstruo
ponerse piel humana
y andar entre nosotros,
cortando nuestros hilos rojos,
perdiéndonos.

Pero soy como Pedro,
el del lobo,
con lágrimas incontrolables
que ya no saben ni qué decir
cuando se escapan
entre gritos o en silencio.

Estoy cargada de ese miedo
que es veneno
que me hace parecer lejos.
Como si mi piel fuese de humo;
y quizás es que este naufragio
me ha pillado con el pecho tan abierto
que se me ha llenado de agua helada
y si no me vacío me hundo.

Siento no poder hacer nada,
y si me preguntas,
lo que siento es sobrecogedor,
inmenso;
que simplemente puedo
abrazar en la noche,
prometer que todo irá mejor
al despertar.

Que solo necesitamos,
un día más,
un día nuevo.








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