No hay un camino bueno
o un futuro ya construido.
A veces,
después de tanta sangre,
cómo creer en cualquier cosa.
Cómo perder este miedo,
que se aferra a nuestras entrañas
de perder todo lo ganado,
justo como siempre.
Los besos,
las manos,
los días.
Ya hemos pasado veinte otoños.
Y hemos sobrevivido,
de esta manera
tan triste.
Somos jóvenes que creen
que ya lo saben todo de la vida
de las personas.
Somos jóvenes tristes,
porque probablemente sea cierto
y la única esperanza
es alguien
que rebata nuestra teoría
que nos tire los pretextos al suelo
y nos deje sin palabras
y sin ciencia.
Que las personas son egoístas,
o malas,
y las buenas
nunca se quedan demasiado:
o se van,
o las echamos.
Da igual
si el mundo fue malo y lo creímos bueno
o fue bueno y lo creamos malo,
por creer,
o por no hacerlo.
Pequeños reyes destrozados,
destronados.
Atronando
en lo que nos queda de reino
que son las cuatro paredes
que son nuestra trinchera
de la derrota.
"Dejadme vivir en paz"
Pero siempre somos solo nosotros.
Jóvenes tristes,
niños rápidos,
ancianos tempranos
llenos de fantasmas
auntoinflingidos.
Miramos al cielo
esperamos una ayuda
que nos parta un rayo
que nos salve un ángel.
Se sientan a nuestro lado
y tenemos la cabeza allá arriba
y el corazón tan abajo,
enterrado,
que no vemos en los ojos de la otra persona
más que lo que vería Pandora
en la caja aún cerrada:
el deseo de abrir
y el miedo
de que esta vez se escape hasta la esperanza
si todo fracasa
otra vez.
Porque ya no sabemos si el mundo es malo y alguna vez lo quisimos ver bueno
o al revés.
Solo sabemos que las cicatrices son las heridas
que decidieron no irse jamás.
Que el pasado no se va a borrar;
es más,
siempre intentará volver,
por muchos otoños que nos sintamos orgullosos
de haber sobrevivido.
Y nuestra última esperanza es alguien
con la fuerza suficiente
como para hacernos mejores,
aunque el pasado no se borre,
precisamente,
sobre nuestras propias cenizas.
1 comentario:
Hoy he visto amanecer como lo hacía antes. yo solo, con tiempo, en silencio y con mucho frío. Ha sido un amanecer de los de antes, largo y completamente naranja, del color que debería ser el oro. Mi día ha sido una mierda, pero al menos iba ebrio de luz, ya sabes. Me he acordado de ti, de lo duro que se nos hace octubre y de lo mucho que te quiero.
La música de tu blog me hace sentir en casa. bueno, eso.
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