martes, 22 de octubre de 2013

Redemption

En algunos brotes de septiembre por la tarde
nos perdimos,
siempre sin ir cogidos de la mano.

Siempre con las suelas de los zapatos gastados,
con las promesas hechas jirones a la espalda.

Quizá buscábamos un inicio
o un final
definitivo.

La cuestión es que chocamos,
y nos hicimos cada uno una herida,
con sendas cicatrices,
para no perdonarnos nunca
nuestra marcha por el mundo.

Supongo que entre aquellos rayos de sol
que cerraban el verano,
se oscurecieron las maletas
y las gafas de sol cobraron otro sentido.

Que bajando de ese autobús,
con tu camisa a cuadros,
tú sabías,
y yo sabía
que octubre iba llegando.

Ahora intentamos resistir el frío
juntándonos en las noches
como únicos supervivientes.
Intentamos ser escudos,
parar los golpes y las balas,
y vivir para contar(nos)lo.

Porque le buscamos el sentido a la vida
en la del otro
y empezamos a caminar
por la cuerda floja
sobre las llamas de nuestro propio infierno.

Cógeme de la mano,
aunque no te guste hacerlo,
porque no quiero perderme aquí,
quedarme sola
en estas sábanas
que hieren tanto a invierno.






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