domingo, 20 de septiembre de 2009

18 seconds after a sunrise...


Te despiertas sin saber qué hora es. Dónde estás o qué llevas puesto.
De los brazos que te rodean sólo sabes eso: que te rodean.
Y de pronto sientes hambre, un hambre voraz por saber cada letra de cada nombre te todos los anexos de ese brazo. Sientes la necesidad de tocar, de conocer las manos, los párpados, el pelo, el cuello, la espalda.


Eres consciente de la relevancia de esa persona; o quizás es el alcohol en sangre, que aún perdura de la noche anterior, o quizás sus ojos oscuros.
Piensas en cuando despierte; querrías preguntarle mil cosas, decirle que, él no lo sabe, pero tú estas segura de que acabaréis juntos, envejeciendo, en una playa, en una calle, o en un piso destartalado.
Y ni siquiera recuerdas su nombre.

Sientes miedo como nunca en tu vida. Ves fotos de otras mujeres, más bonitas, más radiantes, colgadas en un corcho, sonriéndote.
¿Sabrán ellas como se llama él?

Cuando despierte, tendrás que irte, te dices. Y entonces cuando le veas, si es que algún día le vuelves a ver, no sólo no te reconocerá, sino que, en el caso de que lo haga, simplemente recibirás una fría sonrisa de cortesía, más afilada que cualquiera de los despechos que pudiese causarte.

Piensas en ello. Si te comportaras de forma odiosa te repudiaría, pero se acordaría de ti, de tu nombre y, probablemente, hasta de esta noche.

Despierta antes de que puedas pensar algún maléfico plan que llevar a cabo.
Su aliento en tu nuca. Te acaricia el pelo.
Por primera vez en meses lloras en silencio; pero que no lo vea, no vaya a recordarte como una tarada con algún desorden sentimental...

Al fin te das la vuelta, cara a cara.
Y no, no te pide que te vayas, porque él es perfecto (lo sabes, aunque él no) y no te hará daño.

Sales de la cama, localizas tu ropa; te vistes (aún llorando).
Piensas: si es tan perfecto, dejaré mi número en un cajón y sabrá encontrarlo.
Piensas: si es tan perfecto, antes de irme, me abrazará, y me dirá: te he estado esperando.
Piensas: si es tan perfecto encontraré el calcetín que me falta antes de que salga de la cama...

Piensas: ningún tipo tan perfecto acabaría una noche conmigo.

Y te das la vuelta, conteniendo la respiración...por si acaso resulta ser tan perfecto...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No te engañes, ningún hombre es perfecto, somos nosotras las que los creamos así. Ellos son meros vendedores de humo, espejismos, reflejos de una fantasía que nos acompaña desde niña. Una farsa, que dura el tiempo que tardamos en abrir los ojos.

Joseba dijo...

Casi completamente de acuerdo con la anterior anonima, añadiendo que se podría aplicar casi lo mismo a las mujeres :P
Añadir que, al menos nadie es tan perfect@ como nos lo pintamos a nosotr@s mism@s

Joseba dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.