domingo, 27 de septiembre de 2009

New Monring Has Come


Despiertas y, por primera vez desde que vives allí, la casa huele a mañana. A café, a mermelada de melocotón, a sol filtrándose por las ventanas y madera cálida.
Escuchas sus pies descalzos de un lado para otro. Mira, busca, toca y siente.
También eres capaz de escuchar su sonrisa. Te hace sonreír.


Olvidas que no te gusta que toquen tus cosas, que sabes que ella ni beberá el café, sólo disfruta de su aroma. Te olvidas de quién eres, y olvidas que el sabor que conservas en los labios es su perfume, y no el sabor de la mañana.

Empieza a gustarte madrugar, sólo por verla dormir junto a ti. Tan quieta.
Notas cómo se te empieza a curar un alma que, hasta entonces, no sabías que tuvieras enferma.

Está cantando otra vez. Te gustaría reclamarla, pero te quedas en silencio, con los ojos abiertos y su olor entre las mantas, sus manos aún enredadas en tu pelo...

La sientes palpitar tras las paredes y la oscuridad de tu habitación.
Y podrías permanecer allí, pensando en ella, horas.


Nací de un escalofrío en la espalda; de una de esas ráfagas de viento que se cuelan bajo la ropa, en octubre. Siempre octubre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi alma desearía poder sanar, pero se aferra tercamente al dolor que hoy me ha hecho crecer. como un ser que no cree en la palabra amor.

:_(